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Detalle de la imagen de Ntra. Sra. de los Dolores (RHP) |
22-01-2025
Comenzado ya el año y con la proximidad de la llegada de la Cuaresma y la Semana Santa, empezarán a proliferar en nuestra ciudad los ensayos de los pasos y las bandas para las procesiones que tanto anhelan y desean los capillitas de turno en el mes de abril. Unas procesiones que, año tras año, parece que van perdiendo su sentido, ya que son innumerables los días del año en los que hay una imagen por las calles de la ciudad. Y si por alguno fuera, no habría fin de semana sin que una extraordinaria o una Magna (sic) saliera a la calle para gozo y disfrute de aquellos que piensan que si una procesión no sale a la calle..., oh tragedia, se pone todo patas arriba y lanzan exabruptos por doquier como si les fuera la vida en ello. Que no cunda el pánico, que solo es un disgusto y la vida continúa.
Y vista la deriva que va teniendo esta
especie de «procesionitis», que quizá a alguno se le ha ido de las manos, nos
tenemos que preguntar si estas actividades se realizan con algún fin más que
dudoso desde el punto de vista de la fe en el mensaje de Jesús de Nazaret. Y no
es difícil encontrar en la Biblia referencias a todo lo contrario, desde el
libro del Éxodo a textos del Nuevo Testamento:
No te harás escultura
ni imagen alguna, ni
de lo que hay arriba en los cielos, ni de lo que hay abajo en la tierra... No
te postrarás ante ellas ni les darás culto.
Hay que entender que las imágenes son
imágenes, no son Dios. Por tanto, cada persona debe tener una relación continua
y directa con Dios; no una relación de larga distancia por medio de una imagen
o del santo que ella representa. Por eso mismo, no son necesarias para nada las
imágenes, ni las capillas, ni iglesias, ni mucho menos las procesiones. Se
puede estar y vivir en las cofradías, hermandades y congregaciones sin tener
procesiones. Esas son creaciones histórico-culturales, propias de las religiones,
pero no del mensaje que nos trajo Jesucristo: justicia, amor fraternidad,
igualdad, solidaridad, paz, esperanza, vida, compromiso con la dignidad del
hombre, etc.
¿Por qué querer tener procesiones todos
los fines de semana con la menor excusa posible, o querer llenar cuarenta y
ocho horas continuas, de Jueves a Sábado Santo, de procesiones si se puede
vivir y compartir la fe sin ellas?
¿De qué le sirven a Jesucristo y a su
Madre la Virgen María tantas riquezas acumuladas en iglesias, catedrales, santuarios,
monasterios, capillas, imágenes, etc., si tienen a sus hermanos e hijos siendo
incongruentes con el modo de vida del mensaje de Jesús de Nazaret?
Y es que, en las procesiones de las
cofradías todo tiene un porqué, un significado que forma parte, en la inmensa
mayoría de los casos, de la liturgia como expresión de la oración de la
Iglesia. Es el rito exterior de la cofradía que simbolizamos y nos lleva a lo
interior, al misterio, y en el que se ve reflejada la fe, la devoción, la
oración. Si se rompe ese significado del rito, se pierde toda la esencia y se
queda en aquello que decía al principio de postureo. Que también se da en esta
bendita ciudad.
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