lunes, 27 de enero de 2025

Los olvidados

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Rafael López Borrego

La cena de Emaús (Velázquez, c. 1618), National Gallery, Dublín

27-01-2025

Hoy estaba escribiendo un pequeño texto sobre el que posiblemente es el primer cuadro que pintó Diego Velázquez. Algunos afirman que estaría realizado en 1617 aunque no es del todo seguro. Bien es cierto que la fecha es una discusión que no nos interesa para lo que queremos plantear. La pintura es una obra que se conoce popularmente con el nombre de «La mulata», aunque el título del cuadro sea La cena de Emaús. Es un trabajo con un montón de matices que abarcan desde el tema religioso a la esclavitud en el siglo XVII, pero no son esos los aspectos que me gustaría destacar.

Observando la obra se puede ver que el tema principal del cuadro no es la cena que, al fondo a la izquierda, está teniendo Jesús con los discípulos que habían caminado junto a él y comentado los avatares sucedidos tras el episodio de la Resurrección. Unos discípulos que no han sido capaces de reconocer a Jesús en el trayecto que estaban haciendo juntos. Lo que parece destacar el autor es la muchacha que se encuentra en primer plano, quien, con la mirada perdida, parece que se dispone a tomar con la mano izquierda una jarra. Estaría en un momento de descanso antes de volver a servir las mesas de la hostería o taberna donde trabaja.

Así pues, el tema más importante, el principal, el que incluye a los personajes que conocemos no es el más destacado, sino que parece tener un papel secundario. La verdadera protagonista es esa chica que cuando llegue con la jarra a la mesa ya no quedarán más que los dos discípulos, porque Jesucristo se encuentra bendiciendo el pan y le quedan instantes para que a los apóstoles se les abran los ojos y su espíritu desaparezca.

Pensaba en esta y otras escenas que incluyen a este tipo de personajes, porque el filósofo Walter Benjamin escribió entre 1939 y 1940 un ensayo que se llama la «Tesis sobre el concepto de historia», poco antes de salir huyendo de París, perseguido por los nazis, para intentar cruzar la frontera hacia España y poder embarcar a través de Portugal hacia Estados Unidos. Nada de ello se pudo cumplir, pues justo en la frontera, en Port Bou, perdió la vida en 1940.

Pero centrémonos en el texto, en él viene a decir que aquello que estudiamos y recordamos cuando aprendemos historia son una serie de acontecimientos que incluyen los nombres de grandes personajes y héroes. Seguro que ahora mismo nos viene a la cabeza algún gran conquistador. Pero todos estos personajes son recordados porque a su alrededor hay una serie de seres anónimos que también construyen la historia. No son conocidos, no sabemos sus nombres, pero tienen una vida exactamente igual que las de aquellos que sí conocemos. Benjamin decía que la labor del historiador es sacar a la luz a todos aquellos que no han tenido la oportunidad de destacar y que la historia tiene una cuenta pendiente con todos ellos. El filósofo decía que había que «cepillar la realidad a contrapelo» y no deja de ser interesante esta forma de plantear la historia y todos aquellos seres humanos que forman parte de ella.

Así que cuando contemplamos escenas que tratan de evocar sucesos que consideramos históricos tal vez podríamos verlos con otros ojos, preguntándonos por los personajes anónimos que rodean a otros más conocidos y que también construyen nuestro pasado, son los «sin nombre» que cumplen un papel en cada uno de los entramados que forman parte de nuestro acervo cultural.



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