El paso del tiempo ha preocupado al ser
humano desde siempre. El tiempo pasa, y pasa para todos aunque no queramos. El
tiempo invita también a la reflexión. Esa casi olvidada y estratégica actividad
que consiste en pensar detenidamente sobre algo, meditar y evaluar sobre
comportamientos, hechos o actitudes y encontrar así soluciones a posibles
problemas.
Reflexionar, en este caso sobre la
Semana Santa, nos lleva siempre a pensar en los orígenes. Qué circunstancias se
dieron y cómo acontecieron las cosas para que surgieran nuestras hermandades,
cofradías y congregaciones. Y por ende, hacia dónde nos encaminan determinadas
decisiones que tomamos. Como dice la canción: «Quiénes somos, de dónde venimos,
a dónde vamos».
De dónde venimos queda claro y patente
en la historia de cada hermandad. Unos cuantos hombres y mujeres de buena
voluntad, con una profunda fe y deseo de manifestarla en las calles, fueron los
que crearon las primeras cofradías. Aquellos fundadores, para muchos
desconocidos, dedicaron tiempo y esfuerzo para crear una tradición que aún hoy,
perdura en el tiempo.
Las imágenes que forman parte del
cortejo, la confección del hábito que los cofrades llevarán en sus desfiles, prefiriendo
unas telas y colores sobre otros, su recorrido, la hora de salida, los bordados
de los pasos y la organización de las procesiones no fueron decisiones
aleatorias. Todo estaba muy bien pensado, buscando transmitir valores y
emociones que llegaran a todo aquel que les observe. Detrás de cada detalle,
había una intención deliberada de conectar a las generaciones presentes y
futuras. Es por esto por lo que debemos siempre
honrar y respetar lo que muchos hicieron a lo largo del tiempo por nuestra
Semana Santa, que es sin lugar a dudas, la manifestación religiosa y cultural
más profunda de nuestro acervo histórico.
Se cuestiona si las hermandades
necesitan adaptarse para atraer nuevas generaciones. Yo me pregunto: ¿Tenemos
derecho a modificar lo que inspiró a nuestros fundadores y anteriormente
establecieron como identitario de nuestras cofradías? Y como consecuencia de
ello, ¿provocan estas modificaciones una pérdida de pertenencia e identidad en
los hermanos? Innovar no significa destruir lo que anteriormente ya se hizo,
significa encontrar un equilibrio entre el respeto por el pasado y la adaptación
a lo actual. Hacer ciertos cambios puede ser además contraproducente, se corre
el riesgo de eclipsar la solemnidad de lo que tiene que ser un desfile
procesional añadiendo atractivos superfluos que anulan la dimensión religiosa
que debe imperar en el corazón de estos actos. No obstante, como ocurre con
cualquier tradición viva, las hermandades no son inmunes al paso del tiempo y a
las transformaciones sociales.
Las hermandades tienen la difícil tarea
de custodiar un patrimonio inmaterial que pertenece a todos y sus Juntas de
Gobierno son responsables de ello, debiendo preservar y transmitir el legado
cultural, espiritual y artístico completamente intactos, tal cual ellos lo heredaron
de quienes les precedieron.
Hago aquí un guiño a una persona muy
especial y destacada en mi vida que suele decir: «Cualquiera puede hacer
relojes de madera, y a veces, hasta funcionan». Y es que, no todo vale. Antes
de realizar un cambio, se debe reflexionar si responde a una necesidad real o
es un mero capricho personal. A continuación, resulta necesario consultar
primero a los hermanos, a todos, y escuchar sus opiniones. Se debería tener muy
en cuenta lo que otros hermanos de generaciones anteriores opinan al respecto y
finalmente someterlo a votación. Solamente si es votado por todos podrá ser válida
y respetada dicha modificación. En definitiva, todo se resume en una sola
palabra, respeto, respeto a los fundadores, respeto a los hermanos y respeto a
tu hermandad, un valor que todos debemos trabajar para mejorar.
Las hermandades subsisten gracias al
amor incondicional, esfuerzo y cuidado de quienes las gobiernan, siendo estos conscientes
de que, ser miembro de una junta de gobierno de una hermandad, significa servir
y atender a todos sus hermanos, respetar sus decisiones, siendo estas las que
imperen sobre los deseos de las juntas de gobierno, y entre todos, garantizar
que las hermandades conserven su valor fundacional sin sufrir alteraciones
importantes que las desvirtúen. Esto significa ser críticos con las
modificaciones que se pretenden introducir, solo de esta manera se puede
preservar lo esencial mientras permitimos que la tradición evolucione.
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