viernes, 17 de enero de 2025

Relojes de madera

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Almudena Salvador Atienza


17-01-2025


El paso del tiempo ha preocupado al ser humano desde siempre. El tiempo pasa, y pasa para todos aunque no queramos. El tiempo invita también a la reflexión. Esa casi olvidada y estratégica actividad que consiste en pensar detenidamente sobre algo, meditar y evaluar sobre comportamientos, hechos o actitudes y encontrar así soluciones a posibles problemas.

Reflexionar, en este caso sobre la Semana Santa, nos lleva siempre a pensar en los orígenes. Qué circunstancias se dieron y cómo acontecieron las cosas para que surgieran nuestras hermandades, cofradías y congregaciones. Y por ende, hacia dónde nos encaminan determinadas decisiones que tomamos. Como dice la canción: «Quiénes somos, de dónde venimos, a dónde vamos».

De dónde venimos queda claro y patente en la historia de cada hermandad. Unos cuantos hombres y mujeres de buena voluntad, con una profunda fe y deseo de manifestarla en las calles, fueron los que crearon las primeras cofradías. Aquellos fundadores, para muchos desconocidos, dedicaron tiempo y esfuerzo para crear una tradición que aún hoy, perdura en el tiempo.

Las imágenes que forman parte del cortejo, la confección del hábito que los cofrades llevarán en sus desfiles, prefiriendo unas telas y colores sobre otros, su recorrido, la hora de salida, los bordados de los pasos y la organización de las procesiones no fueron decisiones aleatorias. Todo estaba muy bien pensado, buscando transmitir valores y emociones que llegaran a todo aquel que les observe. Detrás de cada detalle, había una intención deliberada de conectar a las generaciones presentes y futuras. Es por esto por lo que debemos siempre honrar y respetar lo que muchos hicieron a lo largo del tiempo por nuestra Semana Santa, que es sin lugar a dudas, la manifestación religiosa y cultural más profunda de nuestro acervo histórico.

Se cuestiona si las hermandades necesitan adaptarse para atraer nuevas generaciones. Yo me pregunto: ¿Tenemos derecho a modificar lo que inspiró a nuestros fundadores y anteriormente establecieron como identitario de nuestras cofradías? Y como consecuencia de ello, ¿provocan estas modificaciones una pérdida de pertenencia e identidad en los hermanos? Innovar no significa destruir lo que anteriormente ya se hizo, significa encontrar un equilibrio entre el respeto por el pasado y la adaptación a lo actual. Hacer ciertos cambios puede ser además contraproducente, se corre el riesgo de eclipsar la solemnidad de lo que tiene que ser un desfile procesional añadiendo atractivos superfluos que anulan la dimensión religiosa que debe imperar en el corazón de estos actos. No obstante, como ocurre con cualquier tradición viva, las hermandades no son inmunes al paso del tiempo y a las transformaciones sociales.

Las hermandades tienen la difícil tarea de custodiar un patrimonio inmaterial que pertenece a todos y sus Juntas de Gobierno son responsables de ello, debiendo preservar y transmitir el legado cultural, espiritual y artístico completamente intactos, tal cual ellos lo heredaron de quienes les precedieron.

Hago aquí un guiño a una persona muy especial y destacada en mi vida que suele decir: «Cualquiera puede hacer relojes de madera, y a veces, hasta funcionan». Y es que, no todo vale. Antes de realizar un cambio, se debe reflexionar si responde a una necesidad real o es un mero capricho personal. A continuación, resulta necesario consultar primero a los hermanos, a todos, y escuchar sus opiniones. Se debería tener muy en cuenta lo que otros hermanos de generaciones anteriores opinan al respecto y finalmente someterlo a votación. Solamente si es votado por todos podrá ser válida y respetada dicha modificación. En definitiva, todo se resume en una sola palabra, respeto, respeto a los fundadores, respeto a los hermanos y respeto a tu hermandad, un valor que todos debemos trabajar para mejorar.

Las hermandades subsisten gracias al amor incondicional, esfuerzo y cuidado de quienes las gobiernan, siendo estos conscientes de que, ser miembro de una junta de gobierno de una hermandad, significa servir y atender a todos sus hermanos, respetar sus decisiones, siendo estas las que imperen sobre los deseos de las juntas de gobierno, y entre todos, garantizar que las hermandades conserven su valor fundacional sin sufrir alteraciones importantes que las desvirtúen. Esto significa ser críticos con las modificaciones que se pretenden introducir, solo de esta manera se puede preservar lo esencial mientras permitimos que la tradición evolucione.

 



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