Aprovecho nuevamente la tribuna que
me brinda Pasión en Salamanca para acercarles, como ya hice hace un año,
la riqueza del Carnaval de Cádiz.
Esta vez quiero hablarles de «Los enteraos»,
una chirigota de culto que, aunque se quedó sin el primer premio en 2009, sigue
siendo recordada con fervor entre los carnavaleros. Con letra y música de José
Luis García Cossío «El Selu de Cádiz», doce gaditanos retrataron con ironía y
humor la actualidad del momento (aunque muchas de sus letras tendrían vigencia
hoy mismo) desde el prisma del típico personaje que todo lo sabe hasta el punto
de que «Dios hizo el mundo en seis días, y él lo hubiera hecho en dos».
Selu aborda temas tan variopintos
como la construcción del gran puente de acceso a Cádiz, el futbol, el toreo o
la belleza de la alcaldesa de la época, la sempiterna Teófila Martínez. Tal vez
si hubiera abordado el tema semanasantero habría ganado el concurso, quien
sabe. De lo que no cabe duda, es que la figura del enterado (como diría el
tarantinesco Django, la D es muda) es muy cofrade. Todos conocemos a enteraos,
y todos somos, o hemos sido, enteraos.
El enterao tiene una cosa buena, y
es que se le ve venir. Desde que hace aparición en un acto, ensayo o concierto
sabes quién es y sabes que haría mejor cualquier cosa de las que está viendo,
su mirada escrutadora y condescendiente y los cuchicheos con otro congénere
enterao si va acompañado, son la pista perfecta para saber que se está ante él.
Él (o ella, que también las hay)
toca la trompeta mejor que Arturo Sandoval (aunque el último instrumento que
tocara fuera la flauta Honner en 6º de primaria), dirige un paso mejor que
Manuel Villanueva Granados (pese a que lo más cerca que ha estado de un
martillo es en el juego «Chicotaz») y pregona mejor que García Barbeito (pese a
que su rima favorita es Salamanca con blanca). Este podría ser denominado como
el «Enterao ordinario», el cual no hace daño más que a sí mismo y es simplemente
un individuo más de este submundo llamado, de forma global, Semana Santa.
Sin embargo, hay otro tipo enterao
que sí es más peligroso: el que convierte sus palabras en hechos. El que, con apenas
cuatro o cinco primaveras de más (o de menos según se mire) se atreve a
ostentar cargos de responsabilidad bajo el cuestionable paraguas de la ilusión.
Hagamos un pequeño juego querido
lector, ¿De quién se acuerda cuando le hablo del capataz/director/dirigente
incluso hermano mayor, que aparece de la nada y empieza a cuestionar hasta la
idiosincrasia ganada durante décadas de su corporación? Efectivamente, el
enterao profesional.
Estos son uno de los verdaderos
peligros de algunas de nuestras cofradías, ahora que muchas de ellas no están
pasando por su mejor momento, como se suele decir «a rio revuelto, ganancia de
pescadores». En los últimos meses he leído a algunos compañeros de espacio
hablar de la juventud y sus bondades. Mis escasos treinta años me impiden
opinar otra cosa. Sin embargo, la juventud nunca puede ir sin la compañía de la
veteranía.
La juventud va de la mano de la
ilusión, la pasión y muchas veces de un pensamiento crítico y disruptivo muy
necesario en un mundo tan conservador como el de nuestras cofradías. Pero la
juventud también es lega e impulsiva, siendo necesarias las bridas de la
experiencia para evitar pasadas de frenada.
Por supuesto que entre cofrades
veteranos también hay quien se cree que cualquier tiempo pasado fue mejor y que
se tienen que hacer las cosas como se han hecho toda la vida, e igualmente
están equivocados. La Semana Santa, como piedad popular, debe adaptarse a los
tiempos que le tocan, pero sin perder su identidad.
Ese es uno de los retos de la futura
Semana Santa, saber aunar juventud y veteranía, resiliencia e idiosincrasia,
evolución y tradición. Y desterrar al enterao, al joven y al no tan joven,
porque aunque creamos que el enemigo está fuera, en muchas ocasiones dormimos
con él.
Si han llegado hasta aquí no me
queda nada más que desearles una reflexiva y vivida cuaresma (el feliz
cuaresma que empezarán a oír también es buen síntoma de enteraísmo).
Porque parafraseando al citado
pregonero… «Esperad mis impacientes paisanos, para tener cenizas sobre el
cráneo, nos falta solamente una semana». Me cachis en la mar, se me escapó.
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