lunes, 17 de febrero de 2025

Nuestra Señora del Bordado de Pakistán

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Paco Gómez

17-02-2025



El mundo ya no era real.
Todo en él era una copia fraudulenta de lo que debería haber sido,
y todo lo que sucedía en él no debía estar pasando.
(Paul Auster, 4 3 2 1)

 

Años mirando con recelo al sur, con la monserga de las identidades primigenias y resulta que el peligro venía de otro punto cardinal, de bastante más al este. Los artesanos andaluces andan con la mosca detrás de la oreja por la entrada –de momento residual, pero todo se andará– de mantones bordados desde Bangladesh o Pakistán para la Semana Santa.

Según inventariaba hace unos días EL CONFIDENCIAL, son notorios los casos de la sevillana Hermandad del Soberano Poder de Morón de la Frontera y la gaditana Hermandad de la Clemencia de Jerez de la Frontera, con piezas de enjundia, pero existe la sospecha de que el «arte pakistaní» está entrando por la puerta de atrás en forma de pequeños bordados, túnicas, faldones y bambalinas.

Es, parece, una tentación de querer salir aparentemente del paso con una adquisición resultona que dé el pego a los ojos no expertos y que no es otra cosa que la enésima cara de la misma moneda (zapatillas, camisetas, textiles varios…): una foto robada, un diseñador «mañoso» a la hora de copiar, gigantescos talleres sin ninguna noción del más mínimo derecho laboral y producción a escala que sale a unas cincuenta o cien veces menos de precio que el original. Era lógico pensar que la globalización también iba a ser esto. Aquí nadie está a salvo de la copia y producción a escala que se vende muy barata bajo el argumento de «si es que ni se nota».

El hecho de que esta oleada haya comenzado por Andalucía (que se sepa) solo refleja dónde hay más mercado y que, sin duda, no tardando mucho habrá algún iluminado que lo intente colar por aquí. Miedo da pensar que estos talleres descubran el bordado charro, o el serrano, y empiecen a producir a escala sus remedos.

Porque si llega a zonas con cofradías muy numerosas y con bastante poder adquisitivo, en general, qué no pasará donde superar los quinientos hermanos es un logro al alcance de muy pocos.

Conviene ir mentalizándose de que es mejor tener poco y digno a aspirar a tener mucho de cualquier manera, que luego pasa lo que pasa. Lo dice alguien que suele rebatir la afirmación de que la Semana Santa de Salamanca tiene en la austeridad una de sus señas distintivas históricas. Yo sostengo, a la luz de la evidencia, que lo que nuestra Semana Santa ha sido mayor y tradicionalmente es pobre, que no es lo mismo, y que cuando por unas cosas o por otras ha habido dinero, bien que se ha notado sin austeridad ni gaitas.

Cuando se pudo contratar a Esteban de Rueda, a Carnicero, a Larra Domínguez, a Carmona o a Benlliure se les contrató, y cuando no se hizo lo que se pudo.

Basta mirar los retablos de la Vera Cruz, la Purísima o la Clerecía para dudar de la «característica» austeridad salmantina. O, ya que estamos con los mantos, los dinerales que se han gastado en el pasado en algunos del Nazareno, con bien de oro y piedras y nadie le discute que es el Nazareno de Salamanca. Otra cosa es que haya habido periodos de esplendor y otros en los que no ha habido ni para velas.

Y no estoy diciendo que la Semana Santa tenga que ser así o asá, eso cada cofradía entenderá cuál es su camino, ni haciendo una defensa del oropel, que en absoluto, pero tampoco hay que llamarse a engaño con según qué cosas.

La diferencia es que antes no había cantos de sirena desde talleres de Pakistán para tentar a las juntas de gobierno. Y de momento estamos hablando de los mantos y otros enseres textiles, pero nadie nos dice que no se dé el salto a la talla láser, total, si es copiar…

Pues eso es lo que parece que viene. Hora de tener claro dónde está lo importante y dónde está la verdadera esencia. Aunque cueste más y no quede otra que ahorrar años y años.

 


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