lunes, 3 de marzo de 2025

Palma fuiste y en palma te convertirás

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Tomás González Blázquez

Fotografía: T.G.B.

03-03-2025

 

En la misa de este día se bendice y se impone la ceniza, hecha de los ramos de olivo o de otros árboles, bendecidos el año precedente.

Así dicen las primeras rúbricas del Misal Romano correspondientes al Miércoles de Ceniza. Las letras en rojo que hay que leer (y cumplir, no son un capricho), pero no en voz alta. Los ramos de aquel domingo de estrenos, las palmas que entonces fueron alabanza y luego se han conservado como signo de bendición y protección, palidecen ahora, perfumadas con incienso y rociadas con agua, para finalmente ser quemadas y reducidas a una ceniza que se impone como signo penitencial: Cambiemos nuestro vestido por la ceniza y el cilicio; ayunemos y lloremos delante del Señor, porque nuestro Dios es compasivo y misericordioso para perdonar nuestros pecados. (cf. Joel 2,13).

Cambiar para bien, de eso de trata en cuaresma. Realmente siempre, porque nuestra conversión nunca será perfecta ni definitiva, pues la herida del pecado nos aflige, hasta esa otra palma que anhelamos, a la que aspiramos, a la que estamos llamados: la palma del Cielo. Siguen las mismas rúbricas: el sacerdote impone la ceniza a todos los presentes que se acercan hasta él; a cada uno le dice: Convertíos y creed en el Evangelio (cf. Mc 1,15). O bien: Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás (cf. Gén 3,19).

La palma y la ceniza vendrían a ser dos estados de la misma materia, la pequeñez y la grandeza del alma humana, criatura surgida del amor de Dios convocada a volver a su mismo origen al cabo de la travesía terrenal. La cuaresma, el sacramento de los cuarenta días, es imagen de ese camino personal que ha de contemplar el retiro de Jesús en el desierto como ejemplo y modelo con el que combatir la tentación del Mal: no nos dejes caer… De Ramos a Pascua, las vísperas que todavía no han nacido pero ya aguardamos los cofrades con el nivel de cuaresminemia por las nubes, tenemos un estímulo también para el examen de conciencia. Más allá del que cada uno hagamos, al final del día, antes de cada confesión o en cuanto nuestra conciencia demande ser examinada, en las cofradías es hora de evaluar lo que sucede de Pascua a Ramos, o de Pascua a Ceniza, nuestro particular «Año Nuevo».

Al retirar las palmas de balcones y ventanales, cual doce uvas, atravesamos un hito temporal y cambiamos el vestido, recordando y reconociendo que nuestra desnudez nunca es invisible a los ojos compasivos y misericordiosos de Dios. Aceptar la ceniza, la palma quemada, la gloria efímera, renueva nuestro propósito de aspirar a la palma perenne, a la gloria eterna. Aunque en cada cuaresma nos prepararemos, de forma más inmediata, para «resucitar» en la noche santa de la Pascua, verdaderamente se nos está entregando, en forma de palma y ceniza, de ceniza y palma, el recordatorio de que al fondo de nuestra vida, quizá mañana, nos espera un paso, nuestra pascua, que hemos de sacar por una puerta aún más pequeña que la de la Vera Cruz, rozándolo lo menos posible. Acordarnos de que somos polvo y de que volveremos a ser polvo nos alerta sobre la finitud de esta vida. Cuando salvemos su dintel, convertidos, ya será la vida que no acaba, la verdad del Evangelio en el que creemos.



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