lunes, 21 de abril de 2025

Ahora falta que resucitemos nosotros

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Pedro Martín

Fotografía: Pedro Martín
21-04-2025


«No temáis: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán»

¡Feliz Pascua hermanos! No puedo empezar de otra manera. El que murió por nosotros ha resucitado y sale a nuestro encuentro para disipar todos los temores. La muerte ha sido vencida por la Cruz.

¡Aleluya, ha resucitado! ¡Aleluya, aleluya!

Resulta paradójico que, celebrando los cofrades la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo y sabiendo que, sin esta última, nada tiene sentido, nos empeñemos en quedarnos en la cruz y el sepulcro del Viernes Santo, sin pasar a la alegría de la mañana del primer día de la semana.

El Señor se aparece a las mujeres y a los apóstoles, y les manda a comunicar la buena noticia a los hermanos, que vayan a Galilea, donde lo verán.

Y tengo la sensación, que no debe ser solo cosa mía, que a Galilea no vamos a ir, y tampoco al sepulcro en la mañana del domingo. Me temo que las mujeres, al volver del sepulcro, tampoco encontraron demasiados cofrades. Unos estaban recogiendo y limpiando enseres, otros llorando de emoción por lo vivido, algunos todavía llorando por la lluvia caída que impidió el desfile procesional, los más «frikis» contando ya los días para la próxima Semana Santa.

Tenemos una preciosa tarea, nosotros que hemos vivido intensamente la cuaresma y los días santos, y que hemos presentado a la ciudad la pasión de Cristo, que hemos despertado al menos curiosidad, hemos emocionado, conmovido e incluso interpelado con nuestros desfiles procesionales, debemos anunciar al mundo que ese que sufrió y murió por nosotros ha resucitado para darnos la vida eterna.

Este precioso mensaje, del que tenemos que ser portavoces en primera persona, del que somos responsables como «cristianos comprometidos», que lo somos por ser cofrades, pasa por resucitar primero nosotros. Él ya lo ha hecho. Es nuestra manera de evangelizar, decimos, pero «lo nuestro» ¿evangeliza o se queda en las meras formas externas?

En nuestra mano, en nuestro testimonio y en nuestros actos está el hacerlo posible, de otro modo tendremos un cascarón precioso, pero vacío por dentro.

Aunque suene extraño al oído cofrade, nada terminó ayer, más bien, todo empieza.

¡Resucitó, aleluya! ¡Resucita tú también!


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