Vega Villar Gutiérrez de Ceballos
Cuando se tiene el privilegio, en el
marco litúrgico, de desfilar en la tarde de Viernes Santo, se está en un
momento absolutamente crucial de la celebración del Misterio pascual.
En el momento que mostramos a Jesús
Nazareno cargado con la cruz, en el camino de la amargura, estamos, en
definitiva, mostrando el sacramento del Viernes Santo. La
túnica que viste a Jesús Nazareno y la túnica con la que nos revestimos los hermanos
expresa estéticamente el misterio profundo de Viernes Santo, la túnica morada
cargada de dolor y amargura.
Si hablamos de símbolos como algo
representativo de valores y convicciones, o asociaciones
para producir emociones, la túnica es uno de los símbolos que identifican mejor
la figura de Jesús Nazareno.
Tomada a semejanza de las utilizadas
en la antigüedad, que por lo común, las que eran de lana teñida con un tinte
muy costoso, como la púrpura, que adquiría un tono rojo oscuro, rojo o
violáceo, solían formar parte de las vestimentas de los sumos sacerdotes, reyes
o cónsules sería, según los evangelios, la túnica que le pusieron a Jesús Nazareno
cuando fue llevado ante Pilatos.
No son muchas las cofradías o
congregaciones en que la indumentaria de los cofrades se corresponde con la de
la imagen titular, en el caso de la Ilustre y Venerable Congregación de Jesús
Nazareno y el Santo Entierro siempre ha sido así, es por lo tanto un signo de
identidad, su esencia, la cual se viste de un modo solemne, la misma
solemnidad con que a través de los siglos han desfilado sus congregantes puesto
que es el reflejo de la túnica de su imagen.
Poco ha cambiado la estética de
aquella túnica que hace mas de 500 años vestían los hermanos de la Vera Cruz,
la cual toman como propia cuando se escindieron de la misma y forman su propia congregación, como así se
refleja en los antiguos libros de actas. La tela de holandilla inicial pasó a ser de terciopelo,
quizás sea el cambio más significativo que ha sufrido, siempre fue
complementada con la corona de espinas y la soga o cíngulo al cuello, los otros
signos de la pasión.
La túnica de los congregantes siempre
ha sido un elemento de suma importancia en la congregación, en los
libros de actas así queda reflejado a lo largo de los años. Ya en el año 1738 se pedía
que los hermanos fueran con modestia
decencia y humildad que corresponde a semejante acto evitando lleven anillos,
camisolas, hebillas, ni otras cosas descubiertas, por las que puedan ser
conocidos y degradase al divino Nazareno cuya imitación deben seguir sus
congregantes como verdaderos hijos suyos.
También en los primeros años se tenía
en cuenta la uniformidad, se rogaba “que todos fueran con túnicas, coronas y sogas
uniformes, pues como nada es nuevo en los tiempos que corren y todo está
inventado, ya se veían “túnicas cortas, túnicas largas y de
distintas tonalidades”.
Como curiosidad, decir que lo que sí
han cambiado son las modas en el vestir, en el año 1757 se pedía que “no llevasen zapatos con hebillas, lazos o
botones sobresalientes”, y pocos años más adelante se rogaba que no se tome posesión de congregante con
espada y pedían que se la quitasen para tan importante acto. Cuando se
acudía a los cultos la melena debía llevarse bien cuidada y la cabeza descubierta.
Pero eso sí, siempre exigiendo vestir decente.
No podemos negar que la túnica es un
elemento identitario de la congregación y como tal pertenece a su
esencia, a lo que ha sido, es y seguirá siendo.
Me pregunto si algún día esta querida cofradia saldrá correctamente unifrmada y ordenada, pero tambien pienso que si llega ese dia habrá perdido su esencia.
ResponderEliminarEn fin a veces la desidia en vestir se hace imagen y tradición.