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| Foto: Manuel López Martín |
07-04-2025
Recolocando cajas y cajones, he encontrado una bolsa sospechosamente extraña y junto a ella, envuelto en papeles rugosos, un pequeño artilugio de barro para quemar incienso. Quiero recordar que la gomorresina aromática encontrada y el pequeño botafumeiro me los regalaron días antes de mi pregón de la Semana Santa, allá por el año 2015.
Como soy poco versado en tal asunto, acabo de preparar una exagerada humareda, seguramente por poner demasiado carboncillo en el artefacto o por pasarme a la hora de elegir la cantidad de incienso apropiada.
El caso es que ha quedado impregnado el estudio de ese aroma peculiar que promueve, en los trasfondos más íntimos, cierta emoción demasiado conocida. A este protocolo de viejo escribiente se une, reproducida en el pc, Madrugá para arropar este rito que, desde hace años, demasiados años, acompaña la ceremonia de arrejuntar letras para esta revista o para cualquier otra cuestión que tenga que ver con la Semana Santa procesional. Lo de procesional se me antoja dejarlo referido, para no caer en ese despropósito que el mundo cofradiero empieza a normalizar cuando predica que las imágenes son protagonistas exclusivas de los hechos pasionales, despreciando la importancia de todo lo que tiene que ver con la liturgia. Pero como de esto ya han escrito doctos colaboradores recientemente en este espacio, torno a la parva para darle caña al trillo, no siendo que la lluvia amuele la espiga.
Y es que mañana, Julio López Revuelta cortará con las tijeras de sus palabras la cinta inaugural que abre el portón pasional salmantino. A partir de ese momento agitaremos suposiciones y deseos hacia esa Semana Santa, que cuajará en próximas fechas bellezas sublimes y momentos únicos para la reflexión oracional o para esa complacencia personal que se desnuda ante las bellas estéticas que muestran las procesiones.
Ahora toca hincarle el diente a los instantes irrepetibles que solo pueden darse en esta ciudad, gracias a todo lo que ostenta en su corazón de piedra. Sí, es la hora de mirar con ojos de nostalgia y calor semansanteros nuestras andaduras penitenciales deseando que todas y cada una de las cofradías consigan lo que para ellas es trascendental.
Seguramente por no estar presente mañana en ese pregón que se ha ido configurando como una de las convocatorias más reconocidas que se llevan a cabo en la ciudad durante todo el año, siento cierto escalofrío imaginando a Julio sobre el escenario del Liceo.
Felicito a quien eligió a este pregonero, pues se nos hace fácil vaticinar que será muy interesante lo que brote de sus conocimientos sobre el mundo confrade a la hora de compartir esas vivencias desde el acento de un político que tuvo durante años una relación directa con los dirigentes de los estamentos cofrades.
Estoy seguro que López Revuelta podría mañana liarla parda si le diese por narrar esas anécdotas y encuentros con quienes acudían a su despacho requiriendo amparo para proyectos absurdos o acciones incomprensibles. Y es que quienes nos movemos en este mundillo de las cofradías, sabemos que a veces se nos va la pinza con suma facilidad a la hora de promover innovaciones e inventos chocantes de todo tipo.
El éxito del pregón de este año está ciertamente asegurado.
El caso es que a partir de mañana empieza el descuento para llegar al próximo viernes y ver en la calle la cofradía que es madre y referencia de todo lo que somos y tenemos como cofrades. La Vera Cruz este año estrena en las tareas de la máxima responsabilidad a nuestro compañero de fatigas en estas páginas digitales. Razón que me obliga, desde la admiración y el cariño que le profeso a Tomás González Blázquez, a desearle que estos días santos que se aproximan sean la fructífera inauguración de ese trayecto que alienta desde siempre su profundo corazón azulado.
Solo me queda desearos a todos, sin excepción alguna, una Feliz Pascua de Resurrección.
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