martes, 29 de abril de 2025

Sábado de Pasión

| | 0 comments

Olivio Arribas Sastre


25-04-2025

 

En la noche del Sábado de Pasión, los cofrades franciscanos se unen en oración en el interior de la iglesia de San Martín. En el exterior, la lluvia cae suave y serena acompañando las oraciones de los devotos hermanos del Santísimo Cristo de la Humildad. Cada gota es un canto que quiere acompañar a la Schola Gregoriana Gaudete de Zamora, que en los últimos años ha tenido a bien participar con esta hermandad, hecho que se va convirtiendo en tradición.

En la quietud de la noche, dos tambores laten con devoción, marcando el ritmo sagrado que acompaña al Cristo sobre la cruz. Sus golpes, profundos y constantes, parecen mecer la figura sagrada, como si la melodía invisible de la fe lo arrullara en su descanso eterno. La música de los tambores marca cada pisada y guía cada paso solemne con un susurro que resuena en el alma y entona una balada silenciosa que solo los corazones abiertos a la fe pueden escuchar.

Los hermanos, en su fervor, se congregan en silencio reverente, dejando que esa melodía interna los envuelva. Sus voces calladas y sus rezos susurrados se funden con el eco de los tambores, formando una sinfonía espiritual que arrulla la cruz y la eleva hacia el cielo. En ese acto de entrega, la cruz se convierte en un puente entre lo terrenal y lo divino, un símbolo de esperanza y sacrificio que recibe el arrullo de la fe.

El eco silencioso de esa oración interior se recoge en los corazones de los cofrades, quienes, con cada latido, con cada paso, dejan que sus plegarias vuelen libres hacia las alturas celestiales. Sus oraciones, como aves en vuelo, buscan la luz divina, alumbradas por las antorchas que iluminan la noche y por la luna, cómplice silenciosa de sus rezos. La luna, con su luz suave y constante, acompaña y refleja la pureza de sus intenciones, iluminando sus plegarias y guiando sus almas en esa noche sagrada.

Así, en la unión de tambores, corazones y oraciones, se teje una balada eterna, una melodía de fe que trasciende el tiempo y el espacio, elevando a todos hacia la presencia del divino, en un acto de amor y devoción que perdura en la memoria del alma.

En el corazón de la ciudad, en el majestuoso Patio Chico, una multitud de fieles se congrega en silencio reverente, rodeados por la grandeza de la catedral que se alza imponente. La noche, aún fresca, se llena del aroma de incienso y de la expectación que emana de cada alma entregada.

Allí, en ese espacio sagrado, resuenan los cantos gregorianos, una plegaria antigua y poderosa que brota de los corazones en unión. La coral, con voces llenas de fervor, entona en latín las palabras que claman por misericordia, por perdón y por la redención de la humanidad. Sus notas, profundas y conmovedoras, parecen elevarse hacia el cielo, tocando las nubes y atravesando el firmamento.

Los fieles, de pie y en silencio, se unen en admiración y devoción a la Santa Cruz, símbolo supremo del sacrificio y la esperanza. Sus ojos se humedecen, y sus corazones laten al unísono con cada verso, con cada súplica que se eleva en esa danza espiritual. La voz de la coral se funde con el susurro del viento y el eco de las campanas, creando una atmósfera de recogimiento y amor divino.

Los cantos de la Schola Gregoriana en el Patio Chico no es solo una melodía, sino una oración viva, un acto de fe que trasciende el tiempo y el espacio. En ese momento sagrado, todos los presentes sienten que la misericordia divina los envuelve, que la Santa Cruz los mira con compasión y que sus plegarias son escuchadas en la eternidad.

Así, en la unión de voces, corazones y devoción, se teje una balada eterna, un canto de amor y esperanza que fortalece la fe y enaltece la presencia de lo divino en cada alma congregada.

Justo a la medianoche sagrada, las puertas del templo de San Martín se ciernen en espiritual beso con los cofrades franciscanos anhelando la llegada del próximo Sábado de Pasión.


0 comments:

¿Qué buscas?

Twitter YouTube Facebook
Proyecto editado por la Tertulia Cofrade Pasión