viernes, 16 de mayo de 2025

Apuntamientos de lluvia y luz

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Paco Gómez

El Lunes Santo se suspendió la procesión del Cristo de los Doctrinos | Fotografía: Pablo de la Peña

16-05-2025


Si pensamos que hasta la bendita lluvia se nos empieza a hacer bola, y eso que sabemos que más pronto o más tarde la estaremos echando de menos, ya tenemos un baremo fiable de cómo de difícil es la condición humana y que opinar es, además de barato, a menudo un ejercicio vano.

Sirva esta introducción para dejar claro que lo que continúa es una serie de reflexiones personales, dichas sin ánimo de molestar y fruto de la observación desde mi pantallita durante unas cuantas horas de lo que aconteció en esta Semana Santa 2025.

Todo balance debe comenzar con un agradecimiento a las personas que en unos días de perros salieron de su casa con el hábito bajo el brazo y realizaron su ejercicio de penitencia. Ellos, bien para pasar frío en la fila o pelear sin tregua con el viento, bien para llevar sobre sus hombros o cerviz el mucho peso de las sagradas imágenes o bien para marcar el paso en las bandas son el ingrediente principal de una receta que lleva cocinándose siglos y que si sigue viva en el XXI es solo gracias a su ímpetu generosidad y entrega.

Como siempre, en algunas de las procesiones se echó de menos algún hermano más. Aunque la buena noticia es confirmar que seguimos contando con algunas cofradías en proceso de crecimiento. Por ejemplo, vimos una Universitaria con una presencia imponente, a pesar de un Martes Santo frío como pocos y las dos procesiones del Miércoles también estuvieron a gran altura. Y aunque no saliera a la calle el Nazareno –que buenas lágrimas costó a sus hermanos–, la vista de San Julián llena es un termómetro de lo que prometía haber sido un gran Viernes Santo para la Congregación.

La lluvia amargó a muchos, amenazó, fue, vino y volvió y hubo, además de las cancelaciones, algunos recortes de recorrido y alguna búsqueda de refugio. Sé que es fácil hablar en frío y muy difícil decidir en el momento, pero creo que conviene insistir en la necesidad de reducir al máximo el riesgo ante la amenaza de lluvia.

Soy consciente de que si en el momento de la salida no está lloviendo es verdaderamente complicado suspender, pero creo que debemos entre todos generar un clima de opinión en el que las juntas de Gobierno no tengan una presión asfixiante que en ocasiones lleva a cometer errores. En todo caso, máxima empatía y respeto hacia quienes tienen esa responsabilidad que por nada del mundo quisiera tener.

Porque imaginen salir a la puerta del templo, abarrotada hasta los topes, a decir que no hay procesión. Cuesta si está diluviando, cuando más si justo en ese momento hay un claro, por efímero que sea. Porque si algo queda claro un año más es que la Semana Santa interesa y apasiona. Las calles en la mayoría de recorridos son un testimonio elocuente. También hay que agradecer a esos ya célebres cofrades de acera que con su calor hacen más grande la procesión y la convierten en un momento vibrante y único.

Así que, barriendo para lo mío, sigo sin entender que teniendo la posibilidad de formar parte de la salida más monumental posiblemente de España la Dominicana haya decidido apagar las luces de San Esteban en su Madrugada. Repito aquí lo que dije en un acto en la propia hermandad, donde ya se me indicó que salir sin luz es una manera de resaltar los pasos y que hay otras 364 noches para disfrutar de la fachada de los Dominicos. Mi contestación, entonces y ahora, es que no he conocido a nadie al que le resulte repetitivo cenar todas las noches unas lonchas a cuchillo de jamón ibérico de bellota, vitola negra.

La Semana Santa tiene mucho de repetición y de rito y aunque hay hallazgos con el paso de los años, aquí hay uno que piensa (respetuosa y humildemente) que la fachada debe brillar como siempre y que Nuestro Padre Jesús de la Pasión debe ir de blanco.

Hechos ya unos cuantos amigos, dejo de momento el cuaderno de apuntes. Ya habrá tiempo de volver en los próximos meses sobre otras cuestiones. Solo me queda aprovechar la ocasión para agradecer, de todo corazón, a todos los amigos de la Tertulia la concesión del galardón Francisco Rodríguez Pascual. Un honor inmenso que sé que no merezco y que asumo porque entiendo que con él se reconoce también la gran labor de todos los que desde cada puesto hacen La 8 Salamanca, que se dejan la piel cada Semana Santa para que muchas personas puedan seguir de cerca una manifestación única, tradición, vivencia, futuro, que a muchos nos sigue inflamando el alma.  



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