Tiene dieciséis años y se
convirtió en la imagen que mejor ilustra el pasado Viernes Santo. Lara, estudiante
de 1º de Bachillerato y congregante por tradición familiar del Nazareno de San
Julián, conmovió ese día a los millares de salmantinos que compartieron sus
lágrimas y emociones durante la emisión del especial de la televisión local.
Ante la suspensión de las procesiones, los cámaras, salvando dificultades,
consiguieron llevar a los hogares las poco habituales imágenes del interior de
las iglesias. Esta vez la noticia estaba dentro y no en la calle.
Es un tópico del periodismo
audiovisual, pues sin llantos da la impresión de que un desfile no se ha
suspendido del todo, o no lo ha hecho en condiciones. El buen reportero debe
captar estos momentos porque es también lo que el público espera ver. Y esta
vez los cámaras y realizadores de La 8 Salamanca supieron hacerlo, manteniendo
las distancias y el respeto, pero informando de cuanto sucedía en un momento tan
intenso como el experimentado dentro de la iglesia de San Julián el Viernes
Santo por la tarde.
Ese día, invitado por Paco Gómez ‒cuánto
debe agradecerle, por cierto, la Semana Santa‒, pude vivirlo y sentirlo en
los estudios de La 8. Y a pesar de que uno lleva ya años comentando y contemplando
un montón de cancelaciones, las emociones siguen aflorando. Bastó cruzar la
mirada con Paco y con un gesto cómplice de desilusión y contrariedad quedaba
todo dicho. Qué puede añadirse ante las lágrimas y el desconsuelo de quien
tanta impotencia siente… Nada. O sí, lo de siempre, mostrar empatía,
solidaridad, cercanía… porque siempre es lo mismo y por siempre seguirá siendo
así.
Las lágrimas arrastran las penas
y frustraciones. Es natural. Solo una vez al año se acompaña en solemne desfile
a la imagen de devoción, al Cristo sufriente o la Madre Dolorosa, Jesús
Nazareno en el caso de nuestra conmovida y joven protagonista. Vestir la bendita
túnica morada y recorrer, cargando con la cruz, el camino hacia el Calvario al
atardecer del Viernes Santo sintetiza para los congregantes un año de anhelos y
esperanzas, de semanas o meses de un trabajo anónimo para salir a la calle con
decoro y dignidad, de promesas que quedan pospuestas, si la salud y tiempo lo
permiten, hasta la próxima Semana Santa.
Qué fácil lo tienen los
detractores para incidir en lo absurdo que resulta tal parafernalia, en el
fanatismo y la irracionalidad que encierra un mundo tan atávico y contradictorio
como el de las cofradías. Qué fácil y qué injusto empero resulta obviar que en
una sociedad que exalta el individualismo subjetivo se infravalora el
sentimiento más hondo y sincero de quienes han querido perpetuar el legado de
los suyos y asumir la tradición para proclamar, por las calles y plazas de esta
ciudad milenaria, que Cristo es el Hombre y en él encuentran muchos el consuelo
ante la adversidad y la esperanza que transciende finitudes. ¿Qué argumentos
pueden entonces justificar una crítica tan carente de humanidad?
Las lágrimas, las de Lara y cuantos no pudieron reprimirlas, son testimonio de esa autenticidad genuina y espontánea que nos reconcilia con aquello que, aunque muchos no comprendan, nos permite seguir creyendo que todo esto continúa teniendo sentido y mereciendo de verdad la pena.
lara eres una chica increíble , mucho animo el año que viene te veremos todos 💗
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