Tenía que salir de ustedes, de todos los que aman la Semana Santa, pedirle al Ayuntamiento que retire las fotografías que salpican la Rúa y la Plaza Mayor con las imágenes de un Jesús en sus diferentes momentos de dolor, angustia y sufrimiento, al igual que a su madre. ¿No están cansados de verlas durante años? Sean generosos y compartan ese espacio.
Según datos facilitados por el propio Ayuntamiento de
Salamanca, durante el mes de mayo, la capital charra recibió 27.994 viajeros internacionales. ¡No está
nada mal! Esos miles de personas pueden profesar la religión católica o no.
Casi seguro que muchos de ellos no han visto una procesión en vivo en la vida.
Me pregunto: ¿De verdad quieren
que todos estos turistas extranjeros se lleven esa imagen de la Semana Santa de
Salamanca? Al margen de que las fotografías que han elegido como muestrario son
poco evocadoras y muy repetitivas. Tanto es así, que solo se distinguirá una
cofradía de otra si se está muy involucrado en la Semana Santa salmantina. Si
eres un profano, esas imágenes no aportan información.
Llevan colocadas esas
instantáneas casi un lustro, la promoción dilatada. Una pregunta más: ¿Cuántos
visitantes se han acercado a vivir la Semana Santa salmantina alentados por ver
las procesiones de esas estampas tan monumentales (casi a tamaño real)?
Apelando a la generosidad de
los cofrades, quizá estaría bien que cedieran ese espacio, que es de todos,
para que otras propuestas culturales y turísticas encontraran su ventana para
darse a conocer, ya sea en la ciudad, como son las obras de la Galería Urbana
del barrio del Oeste, o las diferentes comarcas que enriquecen la provincia.
Seguro que la despoblada región
de Arribes vería con muy buenos ojos que la Rúa, esa calle que comunica la
Plaza Mayor con la Catedral, por donde pasan los miles y miles de turistas que
visitan la capital del Tormes todos los años, contemplara la belleza casi
tremendista de los arribes que ha labrado el Duero durante miles de años. A
buen seguro que los autónomos de la zona, desde queseros, hosteleros, aceiteros
y vinateros, se lo agradecerán.
Para que no solo sea
naturaleza en estado puro, aquí traigo la Peña de Francia, con su monasterio o
el de las Batuecas. La Alberca que, aunque es uno de los pueblos más visitados
de Salamanca, siempre conviene recordarlo. A modo de ejemplo, todos conocemos
la Coca Cola y no por eso deja de anunciarse. Al abrigo de la cabecera de la
comarca serrana, muchos otros pueblos se ven arropados: Mogarraz, Miranda del
Castañar, Sequeros, Villanueva del Conde... Lo mismo los pequeños empresarios, que
agradecerán el detalle de ver sus pueblos embelleciendo la maltrecha y
descuidada Rúa de Salamanca.
Vamos a por dos pueblos
medievales. Ledesma y Ciudad Rodrigo. ¡Impresionantes ambos por historia,
leyendas y yantares! Desde lo alto, y parafraseando a Lorca, van sus aguas, la
del Tormes y el Águeda, «riendo» a las orillas del mar. ¡Qué bonitas fotografías
regalan estos dos pueblos! A buen seguro, los paseantes se quedarían mirándolas
y dirían aquello de quiero ver lo que ha visto esa lente.
Asimismo, los pueblos que se
encuentran en las comarcas peñarandina y albense, con sus templos mudéjares. Sus
gentes recibirán con los brazos abiertos al viajero. Ya sabemos que esas dos
cabeceras de comarca tienen entidad por sí mismas, con sus plazas, sus
manjares, su Santa. No vale con decir que ya tienen suficiente promoción. No.
Al contrario que ustedes, que llevan un lustro exhibiendo los mismos pasos,
estas localidades están vivas y brindan a los andariegos una experiencia
distinta cada día.
Tomando la Ruta de la Plata,
qué mejor que hacer un alto en el camino y saborear un buen jamón. ¡Qué fotografía
tan hermosa la de un cortador mostrando una loncha recién cortada de una buena
pieza ibérica! ¡Quién da más!
Por último, dejemos a
Cervantes hablar de Béjar. El Quijote
empieza de una forma maravillosa para conocer la ciudad textil: «Dedicatoria
al Duque de Béjar, marqués de Gibraleón, conde de Benalcázar y Bañares,
vizconde de la Puebla de Alcocer, señor de las Villanas de Capilla, Curiel y
Burguillos». Y es que, ¿cómo no va a querer una persona que
visita Salamanca acercarse a conocer la ciudad que aparece en una de las obras
literarias más leídas a nivel universal?
Señoras y señores cofrades sean cicerones, tomando la
acepción de quienes dirigen a turistas y
visitantes por la riqueza arquitectónica, patrimonial, gastronómica e historia
que atesoran las tierras del Lazarillo de Tormes o La Celestina.
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