No suele
ser mi costumbre, pero en esta ocasión, como quien no quiere la cosa, me habían
dado casi las vísperas de la fecha comprometida sin tema decidido. Lo bueno de esperar
es que mi vecino Jesús Ángel Alonso me ha brindado el título. No le respondo en
sus sugerentes planteamientos, sino que a su «Jugar la Champions League» le
hago suceder mi «Permanecer en Primera RFEF», todavía aliviado porque así lo
logró mi equipo hace escasas fechas, lo cual no está nada mal para tratarse de
un equipo aparentemente condenado a las ligas de cafeterías.
Es ahí
abajo, en esos estratos fundacionales donde residen las raíces del bosque que traemos
entre manos, llamado imprecisamente «la Semana Santa», donde me animo a buscar las
razones para, sobre todo, permanecer, y los argumentos para, más que nada,
celebrar con humildad la permanencia.
Con
todas las connotaciones negativas que para algunos tiene, ser conservadores en
la recepción de miembros, en la sucesión de juntas directivas, en la gestión de
recursos económicos, garantiza cierta estabilidad en el devenir de las
cofradías, sin que esto signifique caer en la languidez o en la desidia. Al
permanecer estos mínimos, podrán llegar otros hitos puntuales u otros proyectos
acaso más ambiciosos, que sin una base sólida solamente aseguran un efecto
rebote más peligroso. Bien sabemos que los crecimientos bruscos o las
iniciativas muy personales tienen las patas muy cortas en la trayectoria de una
hermandad.
Permanencia
nos brindan también los lugares, y con ellos, la relación con las comunidades a
estos enclaves vinculadas. En nuestra Semana Santa procesional hemos observado
últimamente varias modificaciones en iglesias de salida, y también se aprecia
en las celebraciones de cultos internos. Ojalá sea para bien, y que logremos
encajar a las cofradías con los templos, en un tiempo en que la cuestión del
mantenimiento del culto en tantas iglesias, capillas, oratorios, conventos…
supone un reto en nuestra diócesis.
Y si
de iglesia local se trata, la que peregrina en Salamanca, no podemos olvidar la
existencia de un documento de derecho propio diocesano a punto de cumplir seis
años en vigor. En el último pleno de la Junta de Semana Santa nuestro presidente
lo mostró, y lo reivindicó como guía en la toma de decisiones. Me refiero a las
Normas Diocesanas de Cofradías, verdadero directorio pastoral: ¿lo
tenemos presente?; ¿qué hay acerca de la coordinación diocesana de las
cofradías expuesta en su articulado?; ¿nos está sirviendo para que los cofrades,
y en particular los que asumimos servicios de gobierno, logremos que nuestras
hermandades permanezcan fieles a su misión? El culto, la evangelización de los
miembros, la caridad: esa es nuestra Primera RFEF, una categoría en la que
luchar sin muchos alardes, en la que festejar los pequeños logros domingo a
domingo. Búsquese que al final cada hermano levante la única Champions que
merece la pena, la de salvar su alma.
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