17-06-2025
Que se muera uno de
tu generación cuando aún no habéis cumplido los 40 no te deja indiferente.
Desde el 7 de mayo he pensado recurrentemente en Javier Prieto, el joven
sacerdote de la Diócesis de Zamora que falleció de repente pocas semanas
después de su ordenación. Javier y yo no éramos amigos. De hecho, creo que
nunca llegamos a coincidir y ni siquiera hablamos por teléfono. Como buenos millennials, nuestra relación se daba
por redes sociales y correo electrónico, cauce por el que remitía sus artículos
para Pasión en Salamanca, tanto en la
versión online como en la impresa.
Entre 2015 y 2019,
Javier publicó en esta revista una docena de artículos (cinco en papel y siete en
internet) centrados en el patrimonio, la belleza y el sentido de
nuestras cofradías. En ellos iba trasluciendo también su evolución como gestor
cultural, el aspecto de su personalidad con el que firmaba sus textos, al
seminarista, apelativo con el que rubricó el último de ellos.
Con el paréntesis de
la pandemia, y con Javier centrado en su preparación para el sacerdocio, su
vínculo con la Tertulia Cofrade Pasión —también conmigo— se fue diluyendo. Lo veía
a través de Facebook e Instagram y en entrevistas volcado en su nueva faceta,
evangelizando a contracorriente con su testimonio. Lo vi radiante de felicidad
manteado por los suyos, primero en la ordenación diaconal en 2023 (fotografía
que ilustra este obituario) y recientemente en su paso al ministerio
sacerdotal, el pasado 22 de febrero. Y su muerte, paradoja, me hizo comprender
hasta qué punto había encontrado su vocación al ver la reacción de sus
feligreses, con quienes apenas acababa de emprender misión, pero que ya habían
descubierto a este buen pastor.
Se han escrito
necrológicas preciosas de Javier que no me atrevería a emular. Les recomiendo
la carta de su obispo y, especialmente, las palabras de Ana Pedrero, hacedora
de los mejores obituarios, textos que recorren el espinazo, ya de hombres
buenos, ya de zamoranos ilustres, ya de mascotas santas.
Desde estas líneas,
la entidad editora de Pasión en Salamanca
tiene también un recuerdo especial con Javier. Ojalá reconforte a sus
familiares y allegados saber que dejó huella allá donde estuvo, también aquí, aunque
fuera breve.
Y haciendo nuestras
las palabras de otro zamorano, Luis Felipe Delgado, al final de su pregón de la
Semana Santa de Salamanca de 2014, rogamos a la Dolorosa de la Vera Cruz: «Que
le hayas hecho un hueco en tu regazo».
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