[1] Eucaristía e Institución
En la víspera
de su entrega no nos dio Cristo algo distinto de sí, sino que se nos dio él
mismo por entero, pidiendo que el memorial de aquella entrega hasta el extremo
se perpetuara en el tiempo. Es la Eucaristía
aquella genial invención divina y sorprendente institución, por la que Cristo se queda entre los suyos hasta el
final de los tiempos como amigo de sus vidas.
[2] Eucaristía y Fe
De forma
mancomunada los sentidos del cuerpo parecen confirmar que estamos ante solo pan
y vino; pero otro sentido nos asegura estar frente al verdadero Cuerpo y Sangre
del Señor. Es la Eucaristía aquel
sacramento admirable, que pide del creyente poner en ejercicio la virtud de la fe, asintiendo con el entendimiento y
confesando con la lengua: Amén. Creo.
[3] Eucaristía y Presencia
Bajo la muy simple apariencia de pan blanco y de vino rojo se
halla oculto, pero real y verdaderamente, sin figura ni metáfora, el mismo
Cristo. Dios está aquí. En el misterio de la Eucaristía se opera la más alta concentración de aquella presencia, que es
principio de consistencia y fuente de sentido para todo huérfano, que se siente
desnortado y desintegrado.
[4] Eucaristía y Cercanía
No es el sagrario
una especie de cámara, donde se guarda una misteriosa presencia, fría y
distante. Es el sagrario una despensa, donde queda al alcance de la mano lo que
todo creyente necesita para el camino de su cotidiano vivir. La presencia de
Cristo en la Eucaristía sacia las
aspiraciones del cristiano, porque es cercanía
benevolente y condescendiente.
[5] Eucaristía y María
En cada
celebración de la Eucaristía la mano
de María nos lleva a Nazaret, donde
el Verbo se hizo carne, poniendo para siempre su tienda en nuestro campamento;
y nos encamina hacia Belén, donde nació de ella el pan vivo bajado del cielo.
Espera la Madre nos acerquemos nosotros al aroma de ese pan bendito, como en su
día lo hicieron ángeles, pastores y magos.
[6] Eucaristía y Sacrificio
Instituida por
Cristo la víspera de su pasión y muerte, en la Eucaristía se actualiza aquel sacrificio
de amor, por el que Cristo, prestando a los suyos el mejor de los
servicios, se entrega hasta el extremo de dar su vida por ellos. Expira el
Cordero degollado y empieza a respirar aliviado el rebaño; se deja herir el
Pastor y quedan sanadas las llagas de las ovejas.
[7] Eucaristía y Comunión
La vid hace
llegar feliz su savia hasta el último de los sarmientos y éstos se gozan de
recibir el ansiado aporte de vida. Maravillosa comunicación la que se da en la Eucaristía: los cristianos entran en comunión de vida con Cristo, dándole, a
su vez, la oportunidad de unirse con ellos. Intercambio pleno de alegrías: se
gozan los cristianos, Cristo respira feliz.
[8] Eucaristía y Alimento
En el pan de
cada día resume el ser humano la solución de todas sus necesidades. Para los
creyentes la Eucaristía no es un
dulce para los días de fiesta ni un premio para los buenos, sino su alimento diario, con el cual poder
seguir caminando sin desfallecer. Pan cotidiano, pero inédito a la vez, pues
sabe al amor de un pastor que se hizo pasto del rebaño.
[9] Eucaristía y Corazón
Dios es amor.
Tanto fue lo que Dios amó al mundo, que le entregó a su propio Hijo. Dándose
Dios en el Hijo, queda Dios expropiado y vacío, incapacitado de poder darnos
más. En la Eucaristía se da la más
alta concentración de amor: el de aquel pastor único, que poniendo en riesgo su
vida, sale a buscar la oveja perdida, para echársela a hombros de su corazón.
[10] Eucaristía y Sintonía
En la Eucaristía se opera un conmovedor
proceso de sintonía de corazones. El
Corazón de Cristo late acelerado ante toda necesidad y miseria humanas y el
hombre se ve impelido a acompasar el ritmo de su corazón con el de Cristo. Mientras
Cristo hace suya la pasión del hombre, éste, a su vez, se ve urgido a hacer
suyas las actitudes del Corazón de Cristo.
[11] Eucaristía y Palabra
Aunque dos
sean las mesas, desplegadas ante los comensales en la Eucaristía, uno sólo es el alimento que se sirve: Cristo. En la
primera - la de su palabra - arde el
corazón; en la segunda –la de su cuerpo y sangre– los comensales reconocen a
Cristo al partir el pan. No sería de recibo que los invitados le dejaran a
Cristo plantado con las mesas puestas.
[12] Eucaristía y Caridad
También está
Cristo presente en el hermano. Lo que a este hacemos, a Cristo se lo hacemos.
Es la Eucaristía la mejor escuela de caridad, servicio y amor al prójimo,
pues en ella, aleccionados por el ejemplo mismo del Maestro, los discípulos
aprenden a compartir el pan con el hambriento, a lavarse los pies unos a otros,
a ser samaritanos y cirineos de todos.
[13] Eucaristía y Contemplación
Quizá no haya
algo más normal y ordinario que el pan. Y, sin embargo, formidable es la carga
de significación que se esconde detrás de cada pedazo. Así, en la pasmosa
normalidad del pan de la Eucaristía
contemplamos admirados la presencia misteriosa de Dios. Contemplación es el arte de reconocer a Dios presente en el
estruendo de los avatares de la vida diaria.
[14] Eucaristía y Misión
Enviada por
Cristo, la Iglesia ha recibido el encargo de sembrar por doquier la mejor de
las semillas: la del Evangelio. Al contenido nuclear de esta encomienda también
pertenece celebrar la Eucaristía en
memoria suya. Por la fidelidad a esta misión,
espera el Señor de la mies que muchas sean las gavillas, que puedan ser
almacenadas en el granero del cielo.
[15] Eucaristía e Iglesia
Los que somos
miembros de su Cuerpo encontramos en Cristo, nuestra Cabeza, la fuente de
nuestra vida, el principio rector de nuestra actividad y el punto de referencia
de nuestra cohesión. Y si Cristo se identifica con la Eucaristía, se entiende que la Iglesia
nazca de ella, encuentre en ella su consistencia, viva de continuo desde ella,
sufra por ella y esté a su servicio.
[16] Eucaristía y Unidad
Así nos ha soñado Cristo: diversidad de pueblos, pero un solo Dios y Padre;
multitud de discípulos, pero un solo Señor y un solo bautismo; muchos
creyentes, pero una sola fe y una sola asamblea. Granos dispersos por los
montes del mundo, pero solo un pan de Eucaristía,
que viene a ser el principio vinculante de la unidad de los cristianos en una sola Iglesia.
[17] Eucaristía y Culto
No es la Eucaristía una cosa muy sagrada, situada
en una transcendencia inaccesible, sino una persona muy querida, que, sin
calcular los riesgos, se ha acercado a nosotros con amor, en pasmosa
condescendencia. Planteadas así las cosas, nuestro culto a la misma no puede ser sino una exagerada respuesta de amor,
exenta de toda vil tacañería y cálculo ruin.
[18] Eucaristía y Adoración
De rodillas,
ante el sol radiante de la Eucaristía,
queda el alma bronceada, alcanzando el hombre su verdadera talla. La adoración no es sino tener el valor de
perder el tiempo, para recuperarlo multiplicado, quebrando ante Dios el frasco
de lo mejor de uno, para que así el olor del perfume se extienda por toda la
casa de la Iglesia y se meta por los rincones del mundo.
[19] Eucaristía y Banquete
Acierta el
juglar de Dios al decir que Cristo es para el hombre melodía en los oídos, miel
en los labios y alegría en el corazón. Ese es el mismo que en la Eucaristía ha preparado un banquete, en el que él se ofrece como
alimento de alegría y en el que los invitados son urgidos a salir debajo de la
mesa, para sentarse a la misma y gozar del pan destinado para los hijos.
[20] Eucaristía y Sangre
Cristo ha
dispuesto que para la fiesta de sus bodas con la Iglesia se sirva un vino de la
mejor calidad. En la bodega de la Eucaristía
se guarda, para ser repartido sin tasa entre los invitados, el vino nuevo de la
salvación. Es la sangre de Cristo,
precio pagado por nuestro rescate y poderoso disolvente, con el que poder
blanquear las túnicas de nuestras existencias.
[21] Eucaristía y Muerte
Un trozo de
pan es el resultado final de un proceso de destrucción en cadena: se pudre el
grano sembrado, se siegan y trillan las espigas, lloran silenciosos los granos
en el molino, se amasa y cocina la harina, se corta el pan en pedazos. Entendemos
así que en la Eucaristía se nos dé
concentrada aquella admirable muerte,
que nos aporta vida nueva y plena.
[22] Eucaristía y Vida
Desde el día
del injerto bautismal la savia de Cristo, enriquecida de nutrientes, corre por
las venas del creyente. Desplegando todo este potencial, el sarmiento está
llamado a producir los frutos esperados. La Eucaristía
va dejando caer entre las piedras del más acá del hombre semillas de vida nueva, llamadas florecer con
esplendor en el más allá de Dios.
[23] Eucaristía y Esperanza
Anda el hombre
buscando una fuerza, que sea capaz de hacer saltar sus cadenas y romper todos
sus cercos; que le posibilite escapar de los callejones sin salida y le haga
crecer alas a los pies para volar. La Eucaristía
alimenta la esperanza, haciéndole
soñar al hombre con aquellas praderas de sentido, en las que queden superadas
sus contradicciones y angustias.
[24] Eucaristía y Mundo nuevo
Pese a todas
las oleadas de caos, que no dejan de bañar las playas de la creación, ésta
salió como un cosmos ordenado de las manos del Creador. Al final, será también
Dios mismo, quien la devuelva a la armonía primera. Es la Eucaristía anticipo y arras de aquel mundo nuevo, donde Dios nos hará sentar a la mesa y, ciñéndose los
lomos, nos servirá la comida.
0 comments: