A mi padre, que no supo que era la última
Es abril de 2022 y
María Teresa Campos observa el paso de la procesión desde un balcón de la calle
Larios en Málaga. La Semana Santa de la recuperación y la última que vivirá la
veterana periodista. Fallecerá en septiembre de 2023, pero ese año ya no podrá
viajar para participar de los desfiles de su ciudad. Hay diversas fotografías
de aquella jornada. En varias de ellas sonríe junto su hija Terelu, pero no así
en la que ilustra esta columna.
Al paso de Nuestro
Padre Jesús de la Soledad, la presentadora fue captada en idéntica actitud por
la agencia Gtres. Aferrada a la baranda engalanada, introspectiva, diría que
reza. Cada cual sabe su mochila por muy conocido que sea el personaje. No es el
Cautivo de su devoción, pero es el mismo Cristo. Quizá no sepa que es la
última. ¿Quién lo sabe?
«Velad, porque no
sabéis el día ni la hora», nos dice Jesús en Mateo 25,1-13. Y aún seguimos, con
frecuente prepotencia, olvidando la lámpara y el aceite que deberíamos alumbrar
a diario y que, en vísperas de difuntos, revive en noticias y cementerios.
Las cofradías de
Semana Santa celebran la vida y recuerdan de modo permanente a los que se
fueron. Crespones en faroles, en estandartes, en varas… por el hermano que
buscó la vida eterna. Medallas al cuello del que ya no está para que, de algún
modo, continúe a nuestro lado. También libros de difuntos tan presentes en
eucaristías en estos días. El culmen sea posiblemente el frontal de Jesús
Nazareno, al ya que se ha incorporado Juan Calderón Sánchez, o el recuerdo a
Óscar Rodríguez de sus hermanos del Rosario en la calle Jesús. Al Padre han
marchado en las últimas semanas otros ilustres cofrades como Ángel González,
del Rescatado, o Jesús Ciudad y Agustín Martín, de la Soledad, todos discretos
en su imprescindible y amorosa dedicación. Callada es también la labor del
grupo de exequias de Amor y Paz y simbólicas las palmas de la Borriquilla cada
Sábado de Pasión entre tumbas, por donde nos guio Tomás González en aquel
recorrido hace casi diez años. Precisamente la Vera Cruz ha creado el primer
columbario en su capilla.
Cada Viernes de
Dolores subimos a San Carlos Borromeo en busca del Cristo de la Liberación,
anticipando así la resurrección nueve días. La metáfora perfecta de la Semana
Santa de la que no somos demasiado conscientes. Celebrando, desde el inicio, el
final del camino, ese Paraíso ‒representado en el pórtico principal de la
Catedral de Ourense desde donde escribo hoy este artículo‒ que aspiramos poder
alcanzar algún lejano día.



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