Llegado septiembre, como de
costumbre, podemos vivir dos situaciones. Por un lado, hacemos balance de lo
que ha sido una temporada taurina muy intensa. Por otro lado, siendo septiembre
y finalizando las Ferias y Fiestas de Salamanca en honor a la Morena sedente olvidada
de la Catedral Veterana, ponemos los cimientos del nuevo curso.
Respecto a lo primero, podemos
observar en tendidos y sillares que hay unas generaciones juveniles que se
muestran muy a favor de la fiesta, por encima de pañuelos (más bien señuelos)
palestinos y demás desecho de tienta. El riesgo ordenado, el desafío social, el
aseo y pudor, la vivencia de una muerte ocultada décadas atrás, el sentirse
hombre y humano… hacen de la Fiesta una experiencia y vivencia únicas. Que
tomen nota los de Cáritas Salamanca y demás respecto a donaciones y
sensibilidades.
Por otro lado, comenzamos un
curso cuanto menos interesante. Todos, especialmente los docentes, nos hacemos
preguntas ante el espejo imaginario de nuestra dilatada existencia al respecto.
El inicio de curso suele suponer una incertidumbre total. También en lo cofrade
y en lo taurino. ¿Se solventarán las antigüedades de los estatutos de la
Universitaria? ¿Seguirá la deriva costaloide
pululando por San Esteban y anejos varios? ¿Se retomarán los proyectos de
fundar alguna hermandad o consolidar como cofradía alguna asociación parroquial
de la periferia? ¿Se estructurará un curso de formación cofrade no puteante? ¿Volveremos a excretar
decretazos para abortar candidaturas incómodas en la sombra? ¿Será el turismo
el único leimotiv que guíe nuestra
Junta de Cofradías y Hermandades? ¿Abordaremos de una vez por todas tema de
itinerarios, recorridos y días asignados a las salidas penitenciales?
¿Evitaremos las mil y una procesiones en tiempos invernarles de cavernícolas
sultanes?
Para ello, en los toros, siempre
hubo un espacio habilitado con el fin de ir probándose de verdad. Las
novilladas. En esta España nuestra son varias las localidades que siempre
tuvieron un prestigioso ciclo novilleril. Villaseca de la Sagra, Algemesí,
Arnedo, Arganda del Rey, San Agustín de Guadalix… y también las ferias grandes
reservaron sus días para tal fin, destacando alguna novillada en Las Ventas con
el certamen «Cénate
Las Ventas».
Las novilladas suelen presentarse
en pliegos más económicos. Los subalternos cobran menos y el ganado también
suele costar mucho menos, pues es más fácil su selección sin agotar la cría en
el campo. Pero, la exigencia a los jóvenes es quizás mucho mayor que en otros
festejos de plazas de segunda o tercera, pues viendo los sorteos, muchos de los
novillos lidiados, especialmente en Madrid, la zona de Cenicientos (el llamado «Triángulo
del terror»),
o las localidades arriba mencionadas, suponen un reto de muerte a los que se
enfrentan a ellos sin haber dejado el biberón de las escuelas taurinas.
Y, sí. Señalo otra contingencia:
del hecho de abrir puertas grandes en estos festejos, no se garantiza, para
nada, ser contratado en las venideras vendimias y otoñadas taurinas, pues salvo
apaños de ultimísima hora, todo está cerrado y el papel cortado y vendido, a
pesar de las promesas vacuas. Si no, que se lo digan a los triunfadores del
Certamen de Novilladas de Castilla y León, cuyo liberto, el charro-leonés,
Julio Norte, ha pagado con sangre su entrega y atrevimiento.
En lo que al llenado de tendidos
respecta, quizás estas novilladas de imponente trapío tienen parte de culpa de
que poco a poco se vayan poblando de jóvenes que tienen por héroes a seres
mitológicos que recuerdan que el Minotauro es más que un mito o una historia o
una leyenda. Es el dilema de ser joven para hacer frente a la adversidad y
dejar de ser joven para solventarla. En un mundo donde la emancipación juvenil
ha sido jibarizada por nuestros
políticos, donde Walt Disney y allegados podemoides
han infantilizado a muchas generaciones con lo woke y lo políticamente correcto, donde la cancelación de liberales
y conservadores ha sido la nota habitual, donde para comer y follar tienes que
usar Glovo o globos… las novilladas han supuesto un auténtico revulsivo.
Y, ¿en nuestra Semana Santa? Pues
seguimos teniendo a los jóvenes de aguadores y agradaores. Es hora, pues, desde el respeto absoluto al legado de
mayores que fueron expulsados de ruegos y sacristías, dejar paso a quienes con
pie firme y lejos de cualquier convencionalismo quieren tomar trastos de
torear. Porque si algo tiene la gente joven es el arrimarse, un término taurino
que significa besar la tragedia (o morrearla), pero que en la Semana Santa
tiene un sentido mucho más peyorativo tendente a lo medroso e irrelevante.
Son muchas las actividades, cada
vez más, programadas por grupos jóvenes a lo largo del año, y también las
realizadas con infantes en fechas relevantes como la Navidad. Pero observamos cómo,
fuera de la Navidad, los niños no son bienvenidos en cofradías y hermandades, y
los jóvenes buscan medrar en juntas y platajuntas.
A veces sufren desilusiones por ser empleados egipcios en campañas no
procesionales o en jornadas electorales cuchilleras.
Por ello, no estaría de más
recuperar las novilladas en las cofradías; es decir, hacer procesiones para
jóvenes o que tengan su protagonismo dentro de los propios actos de cada
hermandad más allá de las priostías y las liturgias tridentinas. Actos como las
cruces de mayo han sido el soporte generacional de numerosas corporaciones
penitenciales. Porque el arrimarse brota de la ilusión de sentirse reconocido
en plazas que quizás no sean de primera, pero que suponen una verdadera tienta
del valor y del arrojo para estos novilleros que están empezando a gustar del
trasteo ordenado de la tauromaquia vespertina. Y, sí. Se cargaron la liturgia
de la Cruz de Mayo para introducir tediosas, aburridas e interminables misas kumbayá que poco o nada
trasmitieron a nuestros jóvenes. Si somos capaces de que carguen un paso, como
felizmente procesionan en algunas hermandades, se formen en la vida cofrade,
participen y gestionen parcelas propias, y además lo integramos en un posible
catecumenado de confirmación, estaremos apoyando novilleros cofrades que
sustentarán la tauromaquia de un presente no muy halagüeño, al menos en lo que
a Iglesia católica se refiere. Las pastorales post conciliares, aquelarres de
progresismo e iconoclastia a partes iguales, ya no calan en nuestros jóvenes.
Las viejas liturgias dieciochescas vuelven a sillares y tendidos; también a las
calles, plazas y capillas de cofradías. ¿Dijo usted catequesis en cofradías
para recibir sacramentos? ¿por qué no? Mejor soñar despiertos que sufrir
pesadillas dormidos. Les aseguro que, en cualquier caso, nuestros jóvenes y jóvenas, que diría mi amigo y hermano de
cofradías, el emérito catedrático salmanticense orgullosamente babiano José
Luis Marcello y Barriada, están despertando. No hace falta ponerles
despertador, solo el desayuno. La Iglesia progre (y mugre) ha pecado de poner
muchos despertadores atrasados y tazones vacíos a nuestros sucesores.
Lo dicho. Novilleros. ¡Y con
mucha honra!
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