Hay
expresiones que los políticos repiten una y otra vez hasta que las dejan
desgastadas e inservibles. Frases pronunciadas hasta la extenuación que se
aprovechan de un supuesto buen cartel, que alguna vez entraron bien por el
oído, que sirven para tapar, en ocasiones, cierta falta de imaginación o de
contenido. «Poner en el mapa» es una de ellas. Con esto ponemos en el mapa a
tal pueblo, esta cosa que parece que no sirve para nada nos pone en el mapa,
estamos dando pasos para ponernos en el mapa y todos los etcéteras que se nos
ocurran.
En
sí la expresión no tiene nada de malo y es bastante gráfica (lo era en su
origen). Estar en un mapa es importante. Cuando éramos pequeños y coloreábamos
los mapas en clase de Geografía, allí solo aparecían los lugares importantes:
los ríos importantes, los montes importantes, los cabos y golfos importantes.
Elegir en el mapa del tiempo de La 8 de Castilla y León TV qué localidades
aparecían con nombre y cuáles no fue una dura batalla en la que se llegaron a
nombrar privilegios de tiempos de Alfonso IX.
Porque
conviene estar en los mapas buenos (o en cualquier mapa en general, diría
alguien) como un reconocimiento de estatus que, aunque a veces no sea más que
simbólico, seguro que luego puede traducirse a otros planos de la realidad de
forma ventajosa.
Salamanca
es Semana Santa de Interés Turístico Internacional desde el año 2003, pero no
ha acabado nunca de estar en ese mapa. Se ha trabajado mucho y se ha avanzado
en estos veinte años largos, pero faltan por romper algunas barreras, no sé si
de cristal o no.
El
ejercicio es sencillo: basta con ponerse cualquiera de los informativos de
cadenas nacionales de televisión los días centrales de la Semana Santa.
Podríamos saber el recorrido geográfico que se va a hacer casi de memoria.
Sevilla no va a faltar, quizá algo de Málaga o de Granada, de ahí nos iremos a
Murcia y es posible que recale el vuelo en Valladolid o Zamora. Según los días,
veremos alguna aparición de León, Cuenca o Zaragoza o alguna nota llamativa
vinculada con tradiciones etnográficas, caso de los tambores de Teruel, capas,
empalaos y demás.
Es
muy raro ‒no
imposible, pero sí raro‒ que Salamanca aparezca en ese recorrido. Sería extraño que
no lo hiciera en una información sobre ciudades universitarias o incluso sobre
afluencia turística en esa fecha o en otra. Pero en el mapa de las grandes
semanas santas no acaba de estar.
Sería
largo ponerse a enumerar los motivos, que son propios y ajenos. Nos falta
perfeccionar muchos detalles, nos faltan cofrades, nos falta superar viejos
atavismos que ya no aportan nada. También nos falta superar barreras mentales y
creérnoslo para que también lo empiecen a creer los demás.
Aunque
este es un mundo pequeño y archicomplejo, se podría decir que muchas personas
de este ámbito, muy interesados en la Semana Santa y cofrades en otros lugares,
apenas tienen noticia de que en Salamanca hay una Semana Santa con ciertos
valores destacables (de ahí la importancia, por cierto, de los vinilos de la
Rúa que ejercen una labor de oficina promocional 24 horas al día que no está
pagada).
En
algo menos de un año, finales de septiembre de 2026, Salamanca acogerá el
Encuentro Nacional de Cofradías y, aparte de los contenidos propios de la cita,
es una oportunidad de oro para que muchas personas puedan acercarse a su
realidad cofrade y decir, pues mira, no está mal, no sabía yo que…
También
es una oportunidad para que toda la Semana Santa trabaje por un mismo objetivo
y un mismo fin, positivo para todas las cofradías, más libres en septiembre de
las urgencias y agobios que suelen tener en primavera.
Hay
cierto murmullo de una procesión extraordinaria y yo no soy partidario en
general del abuso de extraordinarias. Pero aquí se aparece una ocasión de un
proyecto común en el que tomen parte las dieciocho hermandades, donde puedan
exponer lo mejor de su patrimonio, sus imágenes, sus tradiciones y las personas
que las mantienen vivas a lo largo de los tiempos.
Y
tal vez sea una forma de creerse que estamos, o podemos estar, entre los
grandes. De ponernos en el mapa, vaya.
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