Ángel
González López «in memoriam»
Parece, como dice la
canción, que la distancia es el olvido. Parece, que aquellos que ya no están
cerca, ya importan menos. Parece, pero yo me niego a que parezca. Y quiero
hacer un profundo y sentido homenaje desde este medio a Ángel González López,
que partió a la casa del Padre el pasado sábado 4 de octubre.
Más allá de algunos
comentarios en alguna página de redes sociales de sus amigos de la fotografía
cofrade, o en grupos de whatsapp, parece que Ángel ya no existía en el mundo
cofrade salmantino. Qué rápido se olvida.
Ángel era uno de los
fotógrafos de la «vieja guardia», incansable con su cámara desde hace décadas, cuando esto de
la fotografía cofrade era mucho más artesanal y cercano, cuando el
fotógrafo-cofrade (que lo era siempre en la doble acepción) era capaz de
plasmar la fe, la tradición, la atmósfera, el lugar. Y todo ello sin molestar
aquello que quería, su Semana Santa. Desgraciadamente, qué poquitos fotógrafos
cofrades quedan. Quizá sea una de las causas del decaimiento (en mi opinión)
del concurso de fotografía de Semana Santa. Hay profesionales, sin duda, con
fotografías muy artísticas, pero ¿cofrades?
Ángel ganó el concurso en
el año 2012, con una magnífica estampa del Cristo del Perdón en la tarde del Domingo
de Ramos con la luna de Nisán alumbrando su rostro. En aquel año, participé en
la elección del cartel, por primera y única vez. Qué cosas tiene el destino, o
la providencia.
Pero no quiero olvidar lo
más importante de Ángel, como cofrade y como persona, su bondad infinita. No lo
tuvo fácil en su vida y renunció a muchas cosas por servir a los demás, eso es
el Evangelio.
Ángel y yo nos conocíamos
desde niños, cuando por San Pablo íbamos con nuestros padres a hacer lo que
tocará. Yo un crío y él un adolescente. Nuestra devoción por Jesús Rescatado
nos llevó a estar siempre atentos a lo que se necesitara. En el año 2011 era
necesario un relevo en la congregación. De la anterior junta no parecía salir
un candidato y dos grupos diferentes, sin saberlo, hablábamos de la posibilidad
de presentarnos. Uno lo encabezaba Ángel, otro yo. Nada más enterarnos de esa
circunstancia, surgió el café, la charla entre ambos grupos, los planes, las
ideas, los sueños, y en un momento dado surgió la pregunta: ¿quién va a ir de
hermano mayor?
Yo tenía mis dudas, la
figura de mi padre pesaba mucho. Le dije a Ángel que fuera él y que yo estaría
para todo lo que necesitara, como su segundo si él lo deseaba. La respuesta de
Ángel, todo generosidad, fue la que os imagináis: «tienes que ser tú». Y aquello hizo que yo fuera hermano
mayor. Ese era Ángel, poco más que añadir.
Fue mi segundo, un cargo
complicado, aunque no lo parezca, dispuesto a lo que tocara, al servicio de la congregación.
Lo más importante, sin duda. Disfrutamos de su compañía, de su fotografía y de
su bonhomía.
La vida le llevó por
tierras levantinas, donde era feliz junto a su mujer. No olvidó su tierra
salmantina, a la que volvía de vez en cuando, pero parece que su tierra cofrade
sí lo ha olvidado. Yo me resisto a ello, estamos necesitados en nuestra Semana Santa
de personas como Ángel. Que su recuerdo y su legado permanezcan siempre en la
memoria cofrade salmantina.



Otro compañero con méritos reales para dar nombre al Concurso, como su tío Julio, como Tomé, como Monzón, como Gombau... descansa en Paz, Ángel
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