viernes, 7 de noviembre de 2025

El frasco de alabastro

| | 0 comments

Tomás González Blázquez

Giovanni da Milano, c. 1365. Ciclo de María de Magdalá, capilla Rinuccini de Santa Croce, Florencia


07-11-2025

 

Parece que las palabras se quedan siempre cortas, lejos, vacías, cuando se trata de expresar esas obras que dan vida a la fe, las que predican con el ejemplo, las que dan el trigo necesario para cumplir con el «dadles vosotros de comer». Sin embargo, el papa León, continuando y haciendo suya la iniciativa del papa Francisco, ha querido que su primer documento magisterial sea una exhortación apostólica sobre el amor hacia los pobres: Dilexi te (de Apocalipsis 3,9: «Te he amado»). La firmó el reciente día de san Francisco: «Fue él, hace ocho siglos, quien provocó un renacimiento evangélico entre los cristianos y en la sociedad de su tiempo. Al joven Francisco, antes rico y arrogante, le impactó encontrarse con la realidad de los marginados», escribe el papa en el número 7 de la exhortación.

Francisco, en definitiva, doce siglos más tarde, comprobaba la verdad de lo afirmado por el Señor en la casa de Simón el leproso: «A los pobres los tenéis siempre con vosotros» (Mt 26,11). Es precisamente con la escandalosa unción de Betania con la que León XIV ha decidido arrancar su exhortación, porque «en cualquier parte del mundo donde se proclame este Evangelio se hablará también de lo que esta ha hecho, para memoria suya». La mujer que llevaba un perfume muy caro en un frasco de alabastro, y que ungió a Jesús, estaba haciendo una obra buena, la de prepararle su sepultura. La reacción de los discípulos, acusarla de un derroche que bien podría haberse destinado a los pobres, es corregida por Cristo, que subraya su buena obra. La respuesta de Judas, en cambio, es vender al maestro, tasado en treinta monedas de plata. Nos enseña el santo padre que «aquella mujer había comprendido que Jesús era el Mesías humilde y sufriente sobre el que debía derramar su amor. ¡Qué consuelo ese ungüento sobre aquella cabeza que algunos días después sería atormentada por las espinas! Era un gesto insignificante, ciertamente, pero quien sufre sabe cuán importante es un pequeño gesto de afecto y cuánto alivio puede causar». Concluye que el anuncio de la presencia permanente de los pobres debe contemplarse desde la promesa conclusiva de que «yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos» (Mt 28,20) y desde la enseñanza de que todo acto de amor al prójimo es reflejo de la caridad divina: «Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25,40).

La unción de Betania, texto evangélico de la misa cada Lunes Santo, en su relato de Juan (12,1-11), puede ayudarnos a las cofradías como comunidades y a los cofrades individualmente, a identificarnos con las diferentes actitudes ante lo sucedido entonces: ¿somos como la mujer que sabe reconocer la necesidad y no escatimar  para atenderla?, ¿somos como los discípulos que nos escandalizamos ante un gesto de amor?, ¿somos como el traidor que, contrariado por la enseñanza de Jesús, lo entrega a sus enemigos?

A menudo la palabra «derroche» es escuchada también en nuestro ámbito cofrade, en contestación a gastos que algunos pueden considerar exagerados cuando se trata de encargar algún elemento para el culto, andas procesionales, mantos, preseas, etc. Ante la alerta de los escandalizados, para examinarla en conciencia, seguramente habremos de recurrir a la mujer que llevaba en el frasco de alabastro aquel perfume caro, o si acudimos al relato joánico, a la «libra de perfume de nardo, auténtico y costoso», de María de Betania, la hermana de Lázaro y de Marta. Si nuestro frasco de alabastro, que todos los cofrades llevamos dentro en mayor o menor medida, contiene perfume para ungir nuestra vanidad, para dar olor a nuestro egoísmo, para hacer una ofrenda a nuestro yo, ese frasco estará vacío y en nada se asemeja al que habrá de ser recordado cada vez que se proclame el Evangelio. En cambio, si en nuestro frasco portamos perfume de amor a Jesús, y con él de amor a los pobres, no puede haber tal derroche, sino siempre obra buena, obra de las que da vida a la fe y llena con su fragancia un mundo que necesita que Dios sea anunciado con palabras y obras.


0 comments:

¿Qué buscas?

Twitter YouTube Facebook
Proyecto editado por la Tertulia Cofrade Pasión