miércoles, 5 de noviembre de 2025

Un millón

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 Álex J. García Montero

Cristo de los Doctrinos | Fotografía: Pablo de la Peña

05-11-2025

Hace escasos días, con un tiempo de veroño, más soleado que la primavera (quién pudiera trocar estos días de comienzo de otoñada por los pluviosos e intempestivos días de la Semana Santa), Carlos Novillo, consejero del ramo taurino en la Comunidad de Madrid y de redundante apellido de carga semántica bovina, hacía balance de esto de la Fiesta de los Toros en dicho territorio, meritorio hueso duro de roer centrípeto de la piel de toro. Así, el señor Novillo señalaba que la anuencia a festejos taurinos en la Comunidad de Madrid ascendía a un millón de personas que habían asistido a cualquier función taurina de las allí celebradas, con un importante e ingente aumento de las ferias y corridas celebradas en la Plaza de Toros de las Ventas.

Si bien es verdad que no significa que ese millón de personas sean los nombres y apellidos de la extinta Guía de Páginas Blancas, pues muchos han renovado su abono y otros tantos lo han adquirido de nueva factura, es indudable que gracias a la inversión de pirámide de valores que subrayó Nietzsche en sus obras donde retrató como nadie el ocaso de un occidente buenista y políticamente correcto, al igual que Huizinga nos trasladó al final, a ese Otoño de la Edad Media de manera magistral gracias a pensadores como Juan Huss u Ockahm o reformadores como Lutero, Zwinglio o Calvino, nuestros jóvenes están apostando por la tragedia después de tanta comedia que solo ha servido para reírse de ellos a la cara para que pongan el culo. No se entiende este aumento sin la connivencia del público femenino (no hay corrida sin mujer) y, por supuesto del ataque inusitado del ala Tucán del gobierno, con (H)Urtasun a la cabeza de dicho ataque, que siguen apoyando al prostíbulo monclovita sin inmutarse y poniendo estrellas amarillas de seis puntas a todo aquel que ose enfrentarse a ellos, ellas, elles, ellis y ellus.

Como hemos señalado aquí, incluso José Manuel Ferreira o Paco Gómez, la asistencia de jóvenes está calando en nuestra Semana Santa, hasta el punto de desbordar las previsiones de las propias cofradías y hermandades. Pero la Semana Santa de Salamanca, como se decía días atrás aquí, «no está en el mapa». Y, mi pregunta a raíz de estos datos, siguiendo al Sócrates de la Religiosidad Popular, mosca cojonera sin igual, claretiano y docente inquirente de la Santa Madre Iglesia, nuestro recordado Paco Gazapo, el reverendo Francisco Rodríguez Pascual, ¿qué queremos poner en el mapa?

Podemos poner en el mapa un patrimonio atesorado de siglos y actual, pero dicho patrimonio requeriría de un análisis sesudo. ¿Todas las imágenes de vírgenes actuales a lo Belén Esteban? ¿Pasos de misterio con cristos vestidos (o semidesnudos) al gusto bético? ¿Pasos a costal sin importar lo que se lleve arriba? ¿Tronos convertidos en hiperbólicos retablos barrocos con trabajaderas? ¿Coreografías interminables de danzantes de aurreskus hispalenses sobre ebúrneas zapatillas que hacen de los recorridos un Trivial plomizo de calles, rúas, plazas y plazuelas?

Días atrás se recordaba, ¡maldita Memoria Histórica!, que no hace tanto tiempo se buscaban hermanos de carga ya no solo para portar imágenes, sino incluso para empujar carrozas a ruedas (vive Dios que no lo soporto). También se ha hablado aquí de imágenes, santo y seña de nuestra Semana Santa como la Dolorosa de Montagut (qué extraordinario maridaje haría con el Cristo de los Doctrinos en el ocaso del Lunes Santo, si las dos cofradías de origen franciscano se pusieran de acuerdo en medievalizar espiritualmente la Semana Santa salmantina, añadiendo los broncos y destemplados parches de tambor de la Franciscana en un cortejo penitencial charro por excelencia presidido por una imagen castellana y una imagen catalana, al gusto de Ortega o Unamuno), requieren de una importante labor pedagógica para lograr cargadores a escasas horas de que dé comienzo su estación de penitencia.

Nos guste o no, las Semanas Santas de Castilla y León, son fruto de la influencia externa de siglos. La gran loada Zamora, lo fue de influencias sureñas decimonónicas de viajes de corporación municipal adecuando la suntuosidad barroca hispalense a la austeridad (de carácter y pecuniaria) de las orillas del Duero. No en vano, cuando salen los cargadores de Zamora de debajo de un paso y los costaleros (o cargadores) hispalenses o charros, muchas veces no se distingue si han dado día libre de permiso penitenciario en Topas, sea para el septentrión de la Tierra del Vino o para el meridiano de La Armuña.

Lo que sí que es cierto, es que la espiritualidad que dejaron las órdenes religiosas reformadas por ilustres que pisaron (y fueron pisados por la jerarquía de entonces) las cañadas conventuales y majadas universitarias charras, como san Juan de la Cruz o santa Teresa de Jesús, proclamada doctora en septiembre como los malos estudiantes, esa espiritualidad de carámbano, propia de la austeridad fría, secante, cortante y distante de estas tierras de interior que miran más al Cantábrico o al Atlántico que al Mediterráneo, ha marcado durante siglos una identidad, o mejor dicho unas identidades que diría el malogrado Ángel Carril (DEP), presentes en nuestra Semana Santa, contra las cuales nos solemos rebelar con costales, alcohol, comilonas, sexo y agresividades intempestivas. No en vano, en Castilla y León, el alcohol va unido a la Semana Santa tanto o más que el incienso. Es nuestro incienso interior. No hay procesión que no se precie de aguardientes, orujos, limonadas, zurracapotes o espirituosos varios ligados al final de la época cuaresmal. Decir «Luna llena de Primavera» (con permiso de los ecumenistas vaticanos y tontocanos) es maridar viandas y licores para lograr ascetismos de procesiones en gélidas madrugadas y ventosas vísperas de túnica y mojiganga.

No estoy criticando. No. Estoy poniendo de relieve que son muchas las identidades, como muchas son las pluralidades de los asistentes a corridas de toros en la actualidad. Al igual que en ese «Otoño de la Edad Media» contado y cantado por Huizinga, muchos jóvenes vienen a nuestras hermandades y cofradías de penitencia a mostrar su rebeldía contra un juego de wokismo inusitado de jerarquías de birretes y bonetes (a partes iguales) en los que han dejado de creer. No podemos en las cofradías y hermandades seguir con ese wokismo de faja y costal. Habrá que ir encauzando al capillo, capirote, cíngulo, antifaz, rosario, velón y crepitar de cera, las inquietudes espirituales y carnales de dichos jóvenes. Sin buenos directivos (espirituales, académicos, religiosos y cofrades) no será posible tamaña y loable empresa.

Queridos Paco y José Manuel: poner la Semana Santa de Salamanca en el mapa, supone previamente dar una brújula a nuestros jóvenes. Si no se la damos nosotros, y le decimos donde están sus puntos cardinales (Oración, Penitencia, Comunión y Trascendencia), estarán perdidos. Nuestros jóvenes están cansados de GPS repetitivos con voces tediosas. Quieren volver al mapa. Al mapa descolorido, roído y vetusto de las escuelas rurales de antaño. Pero eran mapas claros y concisos donde Salamanca, al menos en esa época, sí que estaba en el mapa. Y en el Reino de León, para más señas. Cosas del Tío Paco… y de Javier de Burgos.

 


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