lunes, 10 de noviembre de 2025

Encuentro Nacional de Cofradías ¿Y una extraordinaria?

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  J. M. Ferreira Cunquero

Dibujo de Severiano Grande. El cálido fulgor de la Cruz entre piedras

10-11-2025

Seguramente el encuentro de cofradías que se celebrará el próximo año en nuestra ciudad sea uno de los eventos más importantes que se lleven a cabo durante este periodo en el que la Junta de Semana Santa está presidida por Francisco Hernández Mateo.

El caso es que tiene más meollo el asunto de lo que en un principio puede parecer, ya que la cita no es ni debe ser un mero encuentro festivo cofradiero para pasar el rato.

 Aquí se van a encontrar representantes del mundo de la religiosidad popular, que llegados desde todos los puntos de España vendrán buscando algo más que un viaje turístico cultural al uso.

Seguro que los responsables del evento van a vivir las dificultades organizativas que plantean siempre los grandes acontecimientos, aunque de entrada a su favor estará presente la hospitalidad que Salamanca por tradición ofrece a quienes pisan sus calles. Pero más allá de ese protocolo hospitalario reconocido en las famosas palabras cervantinas, será trascendente lo que compartan y diserten ponentes y conferenciantes ilustrados, para establecer un atractivo encuentro desde el punto de vista religioso e intelectual que sea digno de lo que se espera de un encuentro de esta magnitud.

La parte más gozosa, popular y semanasantera, puede que acoja una procesión general, si tenemos en cuenta lo que ya se va convirtiendo en un hábito repetitivo, apenas se da la ocasión para pasear imágenes por las calles en fechas no coincidentes con la Semana Santa.

Pese a ese posicionamiento crítico que cuestiona la banalidad con la que se organizan esos desfiles, carreras o maratones procesionales en algunos casos absurdos, pienso que el encuentro de cofradías de Salamanca, sí puede justificar una procesión especial para mostrar al mundo cofrade la calidad de nuestras imágenes, y junto a ellas, esas otras que, careciendo de mérito artístico, tienen el fervor de los fieles salmantinos.

El problema surge cuando se me viene a la mente el calificativo de “magna” y eclosiona del recuerdo cercano ese desastroso viernes en el que una y otra vez queda retratada la incapacidad organizativa, que seguramente va en nuestros genes como identificación de lo que hemos mamado como penitentes procesioneros desde siempre. Basta recordar aquella insufrible procesión de los catorce pasos, que como ya dije en mi pregón, no sé porque razón se la llamaba así cuando no pasaba a veces de doce.

Por esto, el presidente y toda la Junta de Semana Santa debe ya poner el hacha en el tronco, no vaya a venir el invierno y no tengamos leña suficiente para caldear la barraca. Y con ellos empujando todos y cada uno de los que pertenecemos a este fenómeno de la fe popular. ¿Por qué no podemos ser capaces de llevar a cabo una procesión general, con sobria dignidad, aunque solo recorramos un par de calles?

Claro que para esto hace falta una mentalización general que deseche la idea de estar en la calle mil horas aburriendo al personal, con esas tediosas e insufribles paradas que aquí son producto peculiar e intransferible de lo que mola.

Junto al presidente de la Junta de Semana Santa deberían estar los mejores organizadores de procesiones que hayamos tenido en la historia que conocemos. Da igual que estén alejados de la movida nazarena o que por motivos personales hayan salido tarifando (muchas veces con razón) del tufo que emana de esas ridículas luchas por hacerse con el bastón de mando o por otras cuitas impropias que se dan entre los que ponemos con demasiada ligereza la palabra hermano en la boca. 

Es posible que sea este momento, -antes de meternos en las harinas semanasanteras de la Pasión Salmantina- cuando debe decirse si se va a organizar esa procesión para que desaparezca la matraca de bulos y mandangas. Debe anunciarse de forma pública cuanto antes para que surjan plurales tormentas de ideas que puedan llevar a buen puerto el proyecto. Las prisas y las autocomplacencias solo podrían generar el ridículo más clamoroso y grandiosamente nacional. Y eso, seguro que nadie quiere que ocurra.


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