Empezaba
el mes con la publicación de la nota «Mater Populi Fidelis».
No vamos a entrar en el comentario o análisis de la nota, que ya se ha hecho
mucho y con atino.
Ahora
bien, una cosa es clara: damos un paseo por Salamanca, por sus calles y
capillas, y nos queda claro que, en la fe del pueblo, María es nuestra Madre,
que media para nuestra salvación. Nos consuela y nos guía en nuestro día a día;
nos conduce por el camino de la redención. No hay duda, y la fe y devoción nos
da seguridad porque ya lo dice el antiguo adagio «lex orandi, lex
credendi».
Repasemos
brevemente algunas imágenes de nuestra Madre en nuestra Semana Santa.
Es la
Santísima Virgen de los Dolores la que nos abre la puerta al misterio central
que los días santos se vivirá. Y lo hace desde una imagen
absolutamente contracultural, el dolor, pero qué le vamos a hacer, somos en
esencia contraculturales. Esta misma advocación vemos y le rezamos en procesión
el viernes, por dos veces.
El Domingo de Ramos vuelve a estar entre nosotros:
acompaña a Jesús entrando en Jerusalén, él en la borriquilla, su madre, nuestra
madre a pie. El mismo domingo también nos guía por las calles María Santísima
de Gracia y Amparo, así como María Santísima de la Caridad y del Consuelo.
El lunes será la advocación de la Virgen de la
Amargura. El martes Nuestra Señora, Madre de la Sabiduría y el miércoles Nuestra
Señora de las Lágrimas.
Llega el triduo pascual, donde se hace presente de
manera plena, y no ensombreciendo a nada ni a nadie, porque nos da el tono
espiritual con el que vivir el misterio central de nuestra fe. Tenemos así las
advocaciones de la Dolorosa, de la Esperanza, de las Angustias, de la Soledad,
del Silencio… y de la Alegría.
No es baladí ni extemporánea esta reflexión, porque
nos encontramos a las puertas del Adviento, a las puertas de la Solemnidad de
la Purísima Concepción. Además, decía más arriba, el mes comenzó con la nota
del Dicasterio para la Doctrina de la fe, que pretende aclarar cuestiones sobre
la devoción mariana y, claro, la cuestión es clave, la devoción mariana en
nuestra ciudad está perfectamente clara, la «lex orandi»
nos acerca a nuestra Madre que media en nuestra salvación, a nuestra Madre que
coopera con su Hijo en nuestra salvación. Qué le vamos a hacer, somos católicos
y además españoles, que pronto podremos celebrar con el color azul celeste. No
necesitábamos de una nota aclaratoria, necesitamos de otros servicios
teológicos, como profundizar en el misterio de la corredención y mediación,
porque quizá algún día llegue el quinto dogma mariano, sí.
En esencia, llegan días marianos, y «Ella
es la puerta dorada del cielo por la que confiamos entrar algún día en el
descanso de la eterna bienaventuranza» (Benedicto
XIV). Solo nos queda, a su amparo, seguir caminando en nuestra vida de fe,
procesionando y abiertos a los misterios de nuestra fe.
Como decimos en mi tierra: ¡Viva la Madre de Dios!




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