La gran diferencia del
cristianismo con el resto de las religiones radica en el seguimiento de un
hombre, a Jesús de Nazaret. Con la encarnación, Dios entra en la Historia,
viviendo en un espacio concreto, entre Galilea y Judea, y en un tiempo bien
definido que se ubica entre el principado de Augusto y el imperio de Tiberio.
El misterio de la redención pasa por el sacrificio del Calvario, pero este no
hubiera sido posible sin la encarnación y el nacimiento en Belén cuando estaba
a punto de concluir el reinado de Herodes el Grande.
Por todo ello, en las cofradías
de Semana Santa la celebración de la Navidad ha sido siempre tan importante. La
tradición belenista ha estado muy presente en ellas. En Salamanca, bastantes
cofradías ponen el belén. Ahora mismo son las instituciones que más hacen por
su difusión. Y la Cofradía de Cristo Yacente, con José Caraset y Benjamín
Llorente al frente, es la que tiene una trayectoria más consolidada, hasta el
punto de que el Ayuntamiento lo acabado aceptando como el suyo para ofrecerlo a
la ciudad.
Pero la vinculación del
nacimiento de Cristo con su muerte en la cruz, a lo largo de la historia ha ido
bastante más allá en la cultura popular. Sin duda todos tenemos en mente la
letra del villancico Dime niño de quién eres, que en una de sus estrofas
dice «He
nacido en el pesebre / y he de morir en la Cruz». Hay más villancicos que unen
estos dos aspectos. Por citar algún ejemplo destacado de nuestra literatura,
podríamos señalar que Sor Juana Inés de la Cruz en uno de ellos escribió «Pues
mi Dios ha nacido a penar, déjenle velar» y santa Teresa de Jesús «Pues si es Dios, ¿cómo es vendido / y muere crucificado?».
Sin embargo, donde más se ha
considerado la fusión entre la natividad y la muerte ha sido en las artes
plásticas. Durante el siglo XVII, a partir de las conclusiones de Trento, se
retrotraen a la infancia de Cristo las escenas de la Pasión. Así es como
surgieron los niños pasionarios, que gozaron de enorme predicamento durante los
tiempos del Barroco. Alonso Cano, el genial artista completo que nunca se ha
terminado de valorar como merece, crea el prototipo del Niño Jesús con la cruz
a cuestas, repetido hasta la saciedad en la escultura y pintura. Otros autores
representaron al niño abrazado a la cruz, o dormido junto a ella. Incluso se
colocó al niño con los brazos premonitoramente extendidos por delante de la
cruz. Esta fórmula se recuperó durante el siglo XX en los talleres de Olot, fabricando
miles de imágenes un tanto afectadas del niño con su cruz. Más contundentes
fueron las que crucificaron directamente al niño, que por su tremendismo daban
siempre un poco de grima.
En todo caso, sea de una manera u
otra, es imprescindible considerar el vínculo entre el nacimiento y la muerte.
Más en las corporaciones que todos los años, al comienzo de la primavera,
anuncian públicamente que la muerte de Cristo, junto a la resurrección que le
da pleno sentido, abrió al linaje humano las puertas de la salvación.




¿Qué buscas, Niño Jesús,
ResponderEliminarcon esos brazos abiertos?
¿Un abrazo, o una Cruz?
Si buscas abrazos, ven,
y si buscas Cruz, también.
¡Que mis brazos, abiertos, te la den!