lunes, 15 de diciembre de 2025

Una bendición navideña

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Paco Gómez

Fotografía: Álex Lorrys

15-12-2025


Vivimos tiempos de muchas navidades y poca Navidad. Bueno, por partes. Si vamos a la definición del diccionario hay una diferencia lógica. Navidad (mayúscula inicial): día en que se celebra el nacimiento de Jesús; navidades (minúscula): tiempo comprendido entre ese día (25 de diciembre) y el día de Reyes.

Así que es teóricamente un solo día frente a unos cuantos, así que es lógico. Pero resulta que estamos en un estallido en el que esas navidades vienen a ser un periodo indeterminado, de duración creciente y nunca inferior a un mes, que busca atraer turistas y/o compradores en virtud a una presunta alegría decorativa que obvia su carácter esencial.

Ahí quería yo llegar. Resulta que por doquier han proliferado decenas de «ciudades de la Navidad», «villas de la Navidad», «calles de la Navidad» con el claro objetivo antes expuesto en el que, sin embargo, el recuerdo a la fecha central y crucial se va desdibujando.

Dado que las navidades que vivimos las inventó Charles Dickens, las desarrolló Coca-Cola y las acabó de redondear el alcalde de Vigo, tendremos mucha nieve, mucho señor de barba luenga y ropajes rojos y muchas luces (pero muchas, muchas), pero pocos, ay, muy pocos belenes y alusiones a Jesús niño.

Desmintiendo lo que pueda parecer por las líneas precedentes hasta llegar aquí, no es que sea un asunto que me quite el sueño ni, mucho menos, me lleve a laudar las reacciones histriónicas en sentido contrario (la presidenta del país de san Francisco clamando su conversión de «arbolista» a «belenista», por ejemplo). Pero qué duda cabe de que las cosas van así.

Descontando el belén gigantesco en el atrio de la Catedral (que no se sé si computa en contra o a favor, sinceramente) y el anuncio del nacimiento en alguna que otra parroquia (en El Carmen he visto uno hace un rato), pocos balcones se animan a recordar el motivo teórico de celebración de estos días. Ahora, luces y nieve artificial, todas las que quieran. También hay que prepararse para la cansina cantinela de que si las saturnalia, los druidas, las abuelas de estos, o que hace dos mil años no hay constancia de que naciera nadie así relevante.

Así que venía pensando que no estaba mal que también el mundo cofrade se implique en la Navidad, aunque solo sea para que alguien mantenga encendido el farol de Diógenes. Que cada uno celebre lo que quiera, faltaría más, pero que se supone que todo esto viene a cuento porque…

En fin, tenemos los belenes, como el clásico de la Real Cofradía en la Torre de los Anaya o el napolitano de la Seráfica en San Benito, o los de algunas parroquias más vinculadas a las hermandades y tendremos la exaltación navideña del Despojado, el ya clásico festival Ningún Niño sin Juguete que continúa con la figura de Loren en el recuerdo o el recorrido del Cartero Real el 2 de enero, etc.

Magníficas iniciativas a las que ojalá se sumen muchas más para recordar un fundamento esencial no ya de la fe sino de nuestra cultura. Y mientras cavilaba sobre cómo darle forma este pensamiento, la Expiración se subía al escenario de la Plaza Mayor y se volvía a meter en el bolsillo a miles de personas este pasado sábado. 

Claro, todo con música rueda mejor y si es con la calidad de agrupaciones como esta, mejor. Imagino que no será fácil cambiar el Alma de Dios de la noche del Domingo de Ramos por el Navidad, dulce Navidad y que siempre suene a gloria. No sé si se habla lo suficiente de la bendición que es contar en nuestra ciudad, en Semana Santa o en Navidad, con La Expiración.



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