martes, 9 de diciembre de 2025

La mano que mece la cuna

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Almudena Salvador Atienza


09-12-2025
 

Todos, en algún momento de nuestra vida, hemos escuchado la célebre frase «la mano que mece la cuna es la mano que gobierna el mundo», atribuida al poeta estadounidense con raíces escocesas William Ross Wallace (1865).

En este caso, el poeta elogia y destaca el poder de las madres en la formación de futuras generaciones y, por ende, en el futuro del mundo. No es un elogio menor si se reflexiona detenidamente sobre ello.

Más allá de vínculos afectivos evidentes, esta frase constituye una poderosa metáfora sobre la influencia silenciosa capaz de transformar o condicionar de manera decisiva el curso de los acontecimientos en cualquier ámbito de la sociedad. Su significado se ha ampliado con el tiempo para abarcar cualquier forma de poder ejercido desde la sombra, discreto, pero decisivo que determina el rumbo de los acontecimientos «meciendo la cuna» según los intereses y necesidades de cada situación.

La cuna de la Semana Santa no es menos, existe un tema recurrente, ampliamente comentado por otros compañeros en este espacio cofrade, que considero necesario retomar. No solo porque los acontecimientos recientes hacen inviable mirar hacia otro lado, sino porque su solución corresponde a todos los que formamos parte del mundo cofrade; desde el hermano de a pie, pasando por todas las cofradías, hermandades y congregaciones, cuyas juntas de gobierno han de velar por el cumplimiento de sus reglas, hasta quienes tienen la responsabilidad última de resolver los problemas que surgen. No afrontarlo no es una opción; equivale a poner más obstáculos a un problema que, con el tiempo, amenaza con hacerse mayor.

Me refiero a la aplicación, o falta de aplicación, de las Normas de las Cofradías. La aprobación de estas Normas por el entonces obispo de Salamanca D. Carlos López Hernández, el 28 de junio de 2019, siguen sin aplicarse íntegramente seis años después de su promulgación.

Por ello, ciertas situaciones son difíciles de comprender. Podemos encontrar hermanos cofrades en cargos directivos sin tener finalizada la vida cristiana; hermanos cofrades que ni la han iniciado y están sin bautizar; miembros de juntas directivas en situaciones personales irregulares; hermanos mayores o presidentes sin tener el curso diocesano para dirigentes de cofradías (que en su artículo 52 cita es de obligado cumplimiento realizarlo); cofradías que, tras presentar sus cuentas en asamblea general, no remiten el informe anual al obispado, omisión considerada falta grave según el punto 4 del artículo 55 de las Normas para las Cofradías; hermandades que tienen la obligación de solicitar audiencia y parecer al ordinario del lugar, cuando quieran adquirir nuevos elementos o realizar restauraciones, siempre que no superen los 12.000 euros (artículo 25, punto 1), así como las donaciones que superen la misma cantidad también, deben solicitar audiencia del ordinario para su aceptación (artículo 25, punto 2), y así un largo etcétera.

Esta aplicación parcial e incoherente del marco normativo resulta preocupante, lo que nació con un fin constructivo, «Dotar a las cofradías y hermandades de un marco normativo diocesano que ayude y oriente en su renovación espiritual y acción pastoral y contribuya a su inserción eclesial», está produciendo el efecto contrario. En lugar de favorecer el entendimiento y cooperación entre cofradías, hermandades y congregaciones, para tender puentes entre todos, está levantando muros, genera tensiones y provoca malestar y descontento, algo que ya se percibe con claridad.

Quienes nos sentimos cofrades, y por ello parte de la Iglesia, echamos en falta ese respaldo institucional que debería guiarnos con claridad, justicia y equidad, tal y como establecen las propias Normas.

Llegados a este punto, ya no caben excusas ni dilaciones. Las Normas existen, están aprobadas y deben cumplirse. O las aplicamos todos, sin excepciones ni privilegios, o seguiremos alimentando un problema que amenaza con desgastar nuestras cofradías. Solo cuando se actúe con unidad y rigor, podremos construir la Semana Santa que Salamanca se merece.



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