16-12-2025
Aunque la Semana Santa hunda sus raíces en la época medieval, o
al menos en la Edad Moderna —ya sea antes o después del barroco siglo XVII—,
puede afirmarse que, en términos generales, prácticamente todas las Semanas
Santas de nuestro país se han configurado o reconfigurado durante el siglo XX.
Fue entonces cuando se rediseñaron las viejas hermandades, surgieron otras
nuevas, se crearon numerosos pasos y se realizó una aportación ingente al
patrimonio cofrade en todas sus manifestaciones. A ello se suman la revisión,
el análisis y la publicación de la historia de cada lugar, así como el
surgimiento de eventos cofradieros —congresos, encuentros, certámenes…— que
fueron más allá de la celebración propia de cada localidad. En definitiva, un
largo etcétera que convierte al siglo pasado en un período especialmente
fértil, cargado de historia y de historias para la Semana Santa en general y
para cada una de las cofradías en particular.
Es cierto que, como en toda obra humana, siempre hubo cosas que
se podrían haber hecho mejor, pero aun así el balance del siglo XX puede
considerarse claramente positivo. Y aunque la evolución siempre sea algo
constante, casi imperceptible en ocasiones, los primeros veinticinco años del
siglo XXI han supuesto, en gran medida, una prolongación natural de las
dinámicas que se consolidaron en las últimas décadas del siglo anterior.
Sin embargo, ahora que estamos a punto de cerrar el primer
cuarto del siglo XXI, vuelven a plantearse las preguntas que tantas veces nos
hemos hecho: ¿cuál será el futuro de nuestras hermandades? y ¿cuál es realmente
el camino a seguir? A mi juicio, creo que debemos continuar trabajando en todas
las líneas anteriormente mencionadas —y, por supuesto, seguir llevando a la
calle nuestras tradicionales procesiones—. Por otro lado, resulta evidente que
el futuro de la Semana Santa dependerá, en gran medida, de nuestra capacidad
para ilusionar, formar y comprometer a quienes nos sucedan, de modo que puedan
custodiar este legado y fortalecer su vínculo con la sociedad de la que nace y
a la que sirve. No obstante, en un mundo que se reinventa a un ritmo
vertiginoso, resulta inevitable preguntarse si la Semana Santa será capaz de
transformarse y superarse a sí misma con la misma audacia con la que lo
hicieron las generaciones del siglo XX, que supieron renovarla dejando un
legado muy valioso. Quizá, como en tantas ocasiones, solo el tiempo y la
experiencia —el inevitable ensayo y error— revelarán cómo evolucionarán las
cofradías y qué papel desempeñarán en las próximas décadas.
Por tanto, en última instancia, cabe hacerse una pregunta
decisiva: ¿qué debemos hacer hoy para que quienes vivan en el siglo XXII miren
nuestro legado con reconocimiento y gratitud? Quedan setenta y cinco años para
trabajar en ello.




0 comments: