Dentro de unos días se cumple el
décimo aniversario del fallecimiento en Siria del misionero zamorano de la
Custodia Franciscana de Tierra Santa, fray Romualdo Fernández Ferreira.
A cuenta de ese aniversario alguien
me pregunta por qué decimos que este fraile, del que tuve la gran fortuna de
ser amigo más que familiar, tuvo tanta importancia en la fundación de la
Hermandad Franciscana del Santísimo Cristo de la Humildad de Salamanca, cuando
esta inicia sus primeros pasos un año después de su muerte.
Tendría que remontarme a una
época en la que fray Romualdo comenzó a
hablarme de la persecución que sufren los cristianos en el mundo, mientras
hacía una crítica muy dura al silencio institucional guardado por los gobiernos
del primer mundo ante este hecho tan dramático que asola a la cristiandad en
demasiadas partes del planeta. Haciéndome reflexionar sobre lo que estaba ocurriendo
con los cristianos iraquíes, me concienció para que denunciase donde me fuese
posible estos hechos criminales tan callados por algunas ONG´s que alardean de
defender como justificación de su existencia los derechos humanos.
En su última visita a España, fray
Romualdo traía con él en su maleta de sentimientos una desazón profunda por la
guerra tan dramática que comenzaba a sufrir Siria. En una larga e inolvidable exposición
unía a su pesadumbre por la guerra y la persecución sufrida por los cristianos
la ayuda que precisaba la Custodia Franciscana de Tierra Santa para poder
seguir manteniendo su misión fraternal en todos los países que acogen su gran aportación
apostólica y humanitaria por las tierras del oriente.
A partir de aquella conversación,
en nuestros frecuentes diálogos telefónicos aparecía con mucho énfasis aquella
demanda de ayuda a Tierra Santa, intentando concienciarme para que me involucrase
en tal asunto a través de mis columnas periodísticas y apariciones en público.
Cuando le preguntaba, en una de nuestras
últimas charlas, cómo podía ayudar a los cristianos de Tierra Santa, pues no se
me ocurría nada por más que pensaba en ello, su respuesta fue tan extraña e incomprensible que
aún sigue taladrándome los sentidos cuando la recuerdo: Ya te dirá Él lo que tienes que hacer.
Esas palabras cobraron fuerza
cuando la enfermedad lo abrazó con un coma irreversible que le llevó a la
muerte después de varios meses de sufrimiento. En muchas ocasiones, mientras
recibía información de su estado de salud desde el hospital francés de Damasco,
aquellas palabras seguían dentro de mí generándome cierto desasosiego ya que,
por más que intenté diseñar proyectos y propuestas seguramente absurdas, no
percibía sugerencia alguna de quien, según fray Romualdo, debía llegarme algún tipo de iluminación.
Fue al visionar uno de los videos
de su funeral cuando sentí, emocionado, muy emocionado, una clarividencia que desentrañaba por fin aquellas
palabras grabadas en la orla más profunda de los misterios.
Al salir del templo, en
procesión, los primeros fieles que portaban el féretro de fray Romualdo después
de haber abarrotado la iglesia del Memorial San Pablo de Damasco, junto a
obispos, de nuestra Iglesia y de todas las Iglesias cristianas no católicas de
Siria, comenzó a tocar una banda de tambores y trompetas.
Fue ese momento en el que
aquellas palabras que me atosigaron varios meses cobraron sentido, al caer en
la cuenta de que el modo en que se podía ayudar a Tierra Santa era creando una
cofradía que vistiese la austeridad de aquella procesión en la que fray Romualdo
era uno de esos cristos que nacen para entregarse a sus semejantes con esa
humildad que solo pueden vestir los seres humanos que tienen la misión de nacer
para amar.
El problema, el único y gran
problema era vencer la crítica que siempre mantuve hacia la creación de nuevas
cofradías. Otro y muy importante era dar con las personas idóneas que apoyasen
el proyecto de una hermandad en la que su procesión fuese lo menos significativo.
La caridad siempre por encima de una procesión.
El tiempo fue lentamente poniendo
las cosas en su sitio y, gracias a los siete compañeros y amigos promotores de la
idea y a una primera junta directiva inexperta pero llena de gracia en el fiel
compromiso con Tierra Santa, la Hermandad Franciscana comenzó su andadura.
Hoy la actual Junta Directiva
capitaneada por nuestro hermano mayor, Francisco Javier Blázquez Vicente, sigue
encendiendo la antorcha de la fraternidad a través de una labor encomiable
cuando estamos en vísperas de festejar los diez años de existencia.
Me siento felizmente orgulloso al
ver cómo esta Hermandad sencilla ha donado a la Custodia Franciscana de los
Santos Lugares a lo largo de estos diez años de existencia, más dinero del que
hubo que invertirse en imágenes y en todos los ornamentos necesarios para
llevar a cabo esa procesión, que es simplemente, frente a la caridad que ha de
ejercerse, solo un símbolo de la propia humildad franciscana.
La sepultura de fray Romualdo se
encuentra dentro del memorial San Pablo de Damasco, donde él diseñó la capilla
que, al lado de los restos de una calzada romana, muestra el lugar exacto donde
San Pablo se convirtió cuando intentaba entrar en Damasco para perseguir a los primeros
cristianos. En ese lugar, por encargo del Papa Pablo VI, se construyó una
iglesia con forma de tienda de campaña y en los aposentos del propio memorial,
fray Romualdo recibió al Papa Juan Pablo II cuando visitó Siria en el año 2001.
Para recordar la efeméride que
marca esta primera década de su fallecimiento, el día 14 de este mes, el Ayuntamiento
alistano de Figueruela de Arriba entregará a sus sobrinos el documento que da
fe de haber nombrado a Romualdo Fernández Ferreira hijo predilecto de Figueruela de Abajo. En su honor se
descubrirá una placa que recordará para siempre a quien, partiendo de aquella
tierra con solo trece años, se entregó a los demás desde la Custodia
Franciscana de Tierra Santa, en diversos países del oriente.
La eucaristía que se llevará a
cabo en la iglesia de Santiago Apóstol de Figueruela de Abajo será oficiada por
el sacerdote Manuel Muiños que es, además de presidente nacional de Proyecto
Hombre, hermano de la Hermandad Franciscana del Santísimo Cristo de la
Humildad.



0 comments: