viernes, 20 de abril de 2018

Penitencia sin aplausos

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Eva Cañas

Un hermano de la Universitaria carga con su cruz de madera en la procesión del Martes Santo | Foto: Alfonso Barco

20 de abril de 2018

Ya no es tiempo de balances, lo sé, pero los capillitas somos así, no terminas nunca de cortar ese cordón umbilical que nos une a una bendita semana en la que tantas cosas cobran sentido. Y lo hago cuando está a punto de cumplirse un mes de ese Viernes de Dolores en el que todo comienza. Sí, todo empieza cuando las puertas de una pequeña capilla se abren. Bueno, este año las puertas de ese templo se abrieron para volverse a cerrar. Como ya sabéis, la lluvia marco el destino de muchas hermandades en Semana Santa. La primera, la Vera Cruz y su vía matris.

Pero si algo destaco de esta Semana Santa, aunque se podrían hacer otros análisis (positivos, negativos, a mejorar, a mantener…), me quedo con los momentos de silencio que se han ganado. Sí, de silencio, algo que siempre he pedido y por lo que también me han juzgado. Creo que en la Semana Santa caben los aplausos en determinados momentos y procesiones, como el Domingo de Ramos, evocando la entrada de Jesús en Jerusalén, o en Resurrección, cuando se produce el encuentro entre la Madre y su Hijo.

Y sí, ya sé que el aplauso es una forma de expresar un sentimiento, de dar aliento, de agradecer…Pero detrás de una estación de penitencia está esa palabra, penitencia…y los que se ponen un hábito no lo hacen para recibir un aplauso sino para vivir su fe en la calle en un momento determinado. Que sacar un paso a la calle requiere de un esfuerzo, se sabe, pero al igual que aquel que decide caminar descalzo…porque cada uno manifiesta su penitencia como quiere, sin esperar el reconocimiento en forma de aplauso, o eso creo.

Los momentos de silencio son para disfrutarlos, ¡haz la prueba! Da sosiego, abre la mente…llega la calma, la paz. Este año, desde la hermandad del Martes Santo se pidió silencio, vía redes sociales. Su lema estaba claro: ¡El silencio es tu mejor aplauso! Una excelente iniciativa que tuvo su respuesta cuando el paso del Cristo de la Luz y de Nuestra Señora de la Sabiduría cruzó el dintel de la Clerecía. En la calle, tan solo se escuchó un silencio prolongado, tan solo interrumpido por el Gaudeamus Igitur que interpretó la banda de música.

Y ese momento alcanzó su máximo esplendor, porque no había ruido o palabra que distrajera. En ese momento se ve y se siente en silencio. Lo mismo ocurrió en el Patio de Escuelas, durante la promesa. Reinó la paz y el sosiego.

Un día después, en la salida de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Flagelado, tampoco se aplaudió. Se va aprendiendo cuando procede y cuando no. De esta forma, el mensaje no se rompe, prosigue y se siente aquello que de otra forma sería imposible.

En otros momentos se aplaudió, y se respeta, es un acto libre y a nada se puede obligar. Pero hay que aprender a vivir el momento y a disfrutar del silencio que tanto falta en la sociedad de hoy en día. Y más, en la demostración de la fe más auténtica, en la calle.


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