Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se
puso en medio y dijo: «Paz a vosotros». Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo,
aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas
incrédulo, sino creyente». Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!» (Jn 20,26-28).
El
intrépido Tomás, el que no comprendía demasiado bien a Jesús pero ardía en
deseos de seguirle («Vamos también nosotros y muramos con él»; Jn 11,16),
el apóstol que más dudaba y que más se atrevía, no tuvo necesidad de meter el
dedo en la llaga, aunque Caravaggio y casi todos representen esa aparición del
Resucitado con el Mellizo en trance de palpar las gloriosas heridas de Jesús.
Al contrario, conmovido, respondió confesando su fe en su Dios y Señor. Me
apoyo en este día de su fiesta, 3 de julio, para darle la vuelta al lienzo y
reconocer cómo las llagas de Cristo nos doblan o nos estiran nuestros dedos
demasiado rápidos al señalar o demasiado perezosos para corregir, cómo ablandan
nuestros dedos acusadores o los endurecen cuando no resisten el peso propio o
ajeno que deben soportar. Nos dejamos hacer por ellas siempre que imitamos la
respuesta del apóstol Tomás.
A lo largo de estos meses, desde la Esencia y Pureza de Álex J. García
Montero, el lejano día de la Virgen de los Dolores, hasta la Falsa realidad de Roberto Haro con que
se abrochaba junio en este patio de columnas, en sus diversas basas, fustes y
capiteles pueden rastrearse muchas huellas dactilares. A falta de algún medio
de comunicación que recoja de modo completo y sistemático toda la actualidad
cofrade salmantina, sin desmerecer los esfuerzos de la prensa local, el
servicio diocesano o las diferentes iniciativas que llegan hasta donde pueden, un
amplio ramillete de los asuntos más candentes se han tratado aquí, aunque haya
sido desde la perspectiva subjetiva del artículo de opinión.
Los dedos sobre el teclado, atolondrados como el
Tomás impulsivo y desconfiado, se lanzan a preguntar sobre ese proceso de
reforma de estatutos de la Junta de Semana Santa, que quizá no incumba más que
a las juntas directivas de las hermandades confederadas, pero que a los
cofrades rasos, o al menos a unos pocos, también nos suscita interés. Si no
para aportar a la redacción, sí para estar al corriente de que esa tarea se
realiza, se acuerda y se eleva para el estudio de nuestro obispo. Agrada saber
sobre estas cuestiones más de casa, más de Iglesia, en vez de tantas otras
relacionadas con los políticos del ramo turístico o cultural (o de festejos y
tradiciones, según la nueva concejalía charra). A esos dedos preguntones les
responderá la llaga de la discreción y la seguridad de que se habrá hecho una
reforma cuidadosa y bien armonizada tanto con los estatutos de cada cofradía,
que no son inferiores en rango a los de la confederación, como con la normativa
diocesana que el pasado día 28 de junio ya cumplió cuatro años.
También hay dedos que echaron de menos en mayo y
junio su costumbre de reenviar a sus contactos el cartel del Lunes Cofrade, esa
cita mensual, sencilla, familiar, de la Coordinadora Diocesana de Cofradías.
Recién renovada la curia por el titular de la sede salmantina, explica la llaga
de la prudencia que el verano bien podrá favorecer la correspondiente renovación
de ese equipo apostólico dedicado a la pastoral cofrade, con nuevos miembros
que lleguen con ganas y a los que se les apoye en su servicio.
Tampoco se aguantan los dedos al contar, la yema
del pulgar contra las yemas de sus cuatro hermanos, el número de años que pasan
entre elecciones y elecciones, las convocatorias que se aplazan, los mandatos
que se dilatan, los períodos que se prolongan… Se anuncian candidaturas para
comicios que no se fechan, v.g en la hermandad con más miembros de la diócesis,
la capitalina de la Soledad, con lo que la llaga de la paciencia es la única
salida cuando de salir se trata.
Quietas al fin las manos, la mirada se volverá al dedo grácil y confortador del Ángel de Salzillo, «el único ángel de verdad que se puede contemplar en la Tierra» (Juan Orts Román), para que sea en el Cielo donde busquemos al Dios y Señor; también se fijará en el dedo solemne y cobarde de Pilato, para que en el Ecce Homo reconozcamos al Redentor; y no podrá apartarse del dedo cruel y expeditivo del verdugo de Jesús, para que en el camino del Calvario hallemos la meta verdadera y liberadora de la Cruz.
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