Ha sido cerrar el ciclo navideño y ponernos automáticamente en modo Semana Santa. Más este año, que la cuaresma llega adelantada y en cinco semanas estamos ya recibiendo la ceniza que nos recuerda el polvo original al que habremos de retornar. El tik tok de Alexia apagando las luces del árbol de Navidad y encendiendo el quemador con incienso negro ruán, mientras pone a sonar a todo trapo las marchas cofrades, se ha viralizado en pocas horas para deleite del capillismo. En esas andamos, pensando ya que queda poco tiempo para limpiar hacheros y faroles, poner a punto los enseres y organizar lo mucho que queda por hacer, porque el tiempo vuela.
En medio de estas cavilaciones aparece entre las imágenes del recuerdo la «Cruz de los Improperios», olvidada desde hacía muchísimo tiempo. Por estas tierras solemos hablar del «Arma Christi» o los atributos de la Pasión. De hecho, no hace mucho dedicábamos una colaboración a presentar la curiosa iconografía dedicada a fomentar la devoción del justo juez. Son distintas maneras de referirse a una misma realidad, la de los padecimientos de Jesús el Cristo. En ciertos lugares del antiguo Virreinato de Perú se extendió la costumbre de referirse a esta devoción como la Cruz de los Improperios. A fin de cuentas, el improperio es la injuria o la ofensa que se emplea para espetar algo a alguien.
La primera impresión nos lleva a pensar que los improperios fueron los infligidos por los verdugos al justo que inicuamente fue ajusticiado. El «tú que destruías el templo y lo reedificabas en tres días» había sido la mayor ofensa que podía recibir un judío en aquellos tiempos, sobre todo si era saduceo. Y poco a poco, esos símbolos de la pasión, con la cuerda, la corona de espinas, la propia cruz y todos los demás, se van arrojando contra el galileo que se atrevió a subvertir el orden establecido.
Sin embargo, a la luz de la liturgia del Viernes Santo, los improperios de la cruz van en el sentido contrario. En ese día, durante el hermoso ceremonial de la adoración de la cruz, se canta la Improperia, una antífona en la que el propio Cristo, desde la cruz, recitando los versos de Miqueas, pregunta a su pueblo por qué, después de todo lo que ha hecho por él, le está tratando así. En la tradición polifónica latina tenemos versiones tan increíblemente buenas como la de Pierluigi Palestrina, que casi todos los años se interpreta en los oficios del Vaticano.
En nuestra liturgia posconciliar, solemos cantar la traducción al español musicalizada por Francisco Palazón, el bellísimo Pueblo mío, ¿qué te he hecho?, ¿en qué te he ofendido? Respóndeme. Después de esta interpelación llegan los improperios propiamente dichos, que comienzan con el Yo te saqué de Egipto, tú preparaste una cruz para tu Salvador. Y después llegan las únicas palabras que la liturgia romana, además del kyrie, ha mantenido del griego. La canción de Palazón, con gran acierto, las ha mantenido: «Hagios, o Theos (santo es Dios), Hagios ischyros (santo y fuerte), Hagios athanatos, eleison imas (santo e inmortal, ten piedad de nosotros)». Vendría a ser la impetración del perdón por parte del pueblo arrepentido.
Decía la tradición que estos improperios eran contra los judíos, olvidando que Cristo también lo era y que las ofensas fueron asumidas por toda la humanidad en aras de su redención. En todo caso, los improperios han dado lugar a un corpus musical de gran belleza y a un montón de devociones populares que tienen bastante más hondura teológica de la que a primera vista se pudiera presuponer. Es lo que sucede con esta imagen que en las tierras del Perú se sigue venerando bajo la advocación de Cruz de los Improperios.
0 comments: