lunes, 10 de febrero de 2025

Arte más allá de la dorada piedra

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Félix Torres

Los ojos de Jesús, detalle del cartel Pasión en Salamanca 2023, del grafitero Caín. Colección particular

10-02-2025

Va para sesenta años que la Semana Santa de Salamanca se anuncia oficialmente mediante un cartel elaborado ex profeso y, de todos ellos, salvo alguno de los primeros años en los que la cortedad, no sé si económica o artística, no iba más allá de la representación del emblema de la Junta Permanente, una fotografía de mayor o menor calidad de nuestras imágenes procesionales era la protagonista indiscutible de dicho cartel. Cierto es que en los años en que la fotografía era analógica —aquí quiero enlazar con el excelente texto de hace apenas una semana escrito por mi compañero de columnas Abraham Coco, «La dupla Quintano-García», y recomendar su lectura— y no existía la facilidad de acceso a esa capacidad de producción gráfica que desde hace un tiempo nos ofrece internet, el monopolio estaba en manos de aquella Junta Permanente y hacía lo que podía (o quería) con sus recursos y su capacidad para dar visibilidad a nuestra semana de Pasión.

Aquella exclusividad vinieron a romperla, para bien, unos concursos de imágenes en diapositivas (quizá con la intención de no competir con lo oficial) que la Tertulia que ampara esta colaboración comenzó a realizar hace algo más de treinta años con la idea de realizar su propio cartel anunciador «Pasión en Salamanca». Una excelente iniciativa que con el tiempo vino a verse acompañada de, incluso, un aluvión de carteles anunciadores confeccionados con más cariño que conocimiento —virtualmente en su mayoría— por cofradías, asociaciones e incluso cofrades a título individual, con la más que loable intención de diversificar el anuncio, intentando seguramente alcanzar horizontes más lejanos que los conocidos. Dignas iniciativas con mayor o menor arraigo con el paso de los años, aunque intermitentes casi siempre si no esporádicas.

Cuando a partir de 2002, la Tertulia cofrade Pasión se lanza a la aventura de hacer sus carteles por encargo a prestigiosos artistas, se da un paso más allá en la promoción de nuestra Semana Santa o, si así lo queremos, de Pasión en Salamanca. Un paso arriesgado en el que el futuro era más incierto que luminoso, pues esto es así cuando uno depende de terceras personas para llevar adelante sus propósitos. Y aún así, son ya más de veinte años en los que un excelente listado de reconocidos artistas, que van desde Andrés Alén (primer cartelista y excelente asesor perpetuo) hasta Ángel Luis, pasando por otros veinte nombres que no relato para no dejar a ninguno en el tintero, se han prestado a poner su capacidad artística al servicio de esta intención cofrade. Obras rompedoras o costumbristas, controvertidas o indiscutibles, coloristas o tenebrosas, figurativas o casi abstractas, y así un largo etcétera de posibles adjetivos confrontables, forman parte ya de la historia del arte cofrade mucho más allá de las doradas piedras y de las delicadas imágenes procesionales que atesoramos y de las que no necesitamos hacer más gala pues están ahí, en sus templos, para la admiración rendida de propios y extraños. Esto es otra cosa. Son obras de arte que quedan, trascendiendo al propio cartel anunciador. Unas en los talleres de los artistas, otras en museos y otras más en las paredes de locales y casas cofrades donde, orgullosamente, no se duda en mostrarlas a quienes las quieran admirar. Un patrimonio ligado a la Semana Santa que amplía sin interferir cuanto de artístico procesional atesoran nuestras cofradías y hermandades.

Nunca he ocultado que, más allá de continuar con un concurso fotográfico que forma parte de nuestras tradiciones más cercanas y del que participan excelentes artistas gráficos, este modelo de sumar obras de arte mediante encargo a artistas consolidados (e incluso emergentes si su proyección es buena), sería un excelente mecanismo para el enriquecimiento patrimonial de nuestra Junta de Semana Santa o de nuestras cofradías en lo que a este campo del arte se refiere y no precisamente pensando en el valor económico de las obras sino en el tesoro pictórico que sería orgullo de muchos. Dicho en román paladino, nuestras instituciones cofrades podrían ir haciendo colección de arte sacro-pasional gracias a estos encargos más allá de otras actividades que dejan mucho menos poso en el recuerdo aplazado.

No es necesario, por supuesto, pero creo que sería un verdadero orgullo. Por eso, me alegré sinceramente cuando leí en prensa el comunicado de la Hermandad de Jesús Despojado en el que hacían público que Florencio Maíllo sería el autor de su cartel para su próxima estación de penitencia del Domingo de Ramos. Sé que no es el primer cartel no fotográfico de esta hermandad, como sé que no es la única hermandad salmantina que ha apostado en algún momento por ir más allá de la fotografía para hacer su anuncio de la Pasión, pero no se me negará que no es lo habitual y que, por ello llama la atención. Por eso, mi doble alegría. Por Florencio —a quien aprecio con cariño— y su compromiso, y por la Hermandad de Jesús Despojado al apostar por este modelo de expresión que espero puedan y quieran mantener en el transcurso de los años.

Así, como cuando las diapositivas fueron «alternativa» a la cartelería oficial, la Tertulia cofrade Pasión estuvo ahí abriendo una alternativa, ahora es la Hermandad de Jesús Despojado la que atraviesa el umbral de esa puerta pictórica que abrió Andrés Alén hace años y cuyo pomo, por ahora y a falta de hacerse público quién será el autor del cartel Pasión en Salamanca para 2025, agarran con fuerza y con éxito seguro Florencio Maíllo y la Hermandad de Jesús Despojado. Ojalá cunda el ejemplo.

 


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